Luz Marina
Estaba muy asustada al lado de Nicolás y sus hombres. La oscuridad de la habitación y el silencio tenso solo aumentaban mi miedo. Mis manos estaban atadas con fuerza y podía sentir el frío del metal en mis muñecas. Intenté mantener la calma, recordando a mis hijos y a Damon, esperando que pronto vinieran a rescatarme.
De repente, la puerta se abrió bruscamente y la luz inundó la habitación, cegándome por un momento. Dos hombres entraron arrastrando a alguien. Mi corazón se detuvo al ver que era Damon. Dos hombres lo tenían sujeto, y su nariz estaba rota, con sangre goteando por su rostro.
—¡Damon! —grité, mi voz quebrándose por la desesperación y el miedo.
Nicolás se acercó a mí, una sonrisa cruel en su rostro.
—Mira, aquí está tu héroe. Parece que no lo ha pasado muy bien, ¿verdad? —dijo, su voz goteando veneno.
— Señor, este imbécil tenía un rastreador ya lo hemos destruido — Le informa a Nicolás uno de sus hombres.
Damon levantó la vista hacia mí, su expresión mezcla de