Fleure
El coche avanza durante mucho tiempo, tragándose las calles lavadas por la lluvia. No pregunto a dónde vamos. Él no explica. El silencio que se instala entre nosotros parece demasiado frágil para ser roto por una pregunta. Las ventanas reflejan un cielo siempre plomizo, y detrás de este gris, mi corazón late demasiado rápido.
Cuando el vehículo finalmente deja el eje principal de la ciudad, levanto la cabeza. La carretera se hace más estrecha, flanqueada por árboles esbeltos, aún empapados de la lluvia. Las hojas brillan bajo la luz pálida, como fragmentos de vidrio. Una extraña impresión me atraviesa: es hermoso, pero también un poco irreal, como si estuviéramos entrando en otro mundo.
Aaron mantiene los ojos fijos en la carretera. Su perfil se recorta en la luz cambiante, firme, concentrado. Me gustaría saber qué piensa. Si se arrepiente. Si aún desea. Pero no me atrevo a preguntar.
Al final de un camino flanqueado por muros de piedra, aparece un portal negro. Alto, adornado