Fleure
La luz de la mañana se filtra a través de las cortinas como una hoja pálida.
Casi no he dormido. Con cada tic-tac del reloj, revivo su rostro tan cerca, la tibieza de su aliento, ese beso en mi mejilla que aún quema.
El despertador suena, pero me quedo inmóvil, los ojos abiertos hacia un techo demasiado blanco.
La lluvia ha cesado. Un silencio extraño se ha posado sobre la suite, como si la noche hubiera engullido todo su ruido.
Finalmente me levanto. Mis pies encuentran la frialdad del parquet y un escalofrío me recorre, mezcla de cansancio y una febrilidad que no me atrevo a nombrar.
En el espejo del baño, mi reflejo me observa. Mis ojos llevan la sombra de la noche anterior: enmarcados, casi brillantes. Podría pensarse que regreso de un sueño demasiado denso.
El agua helada sobre mi rostro no es suficiente para borrar su recuerdo.
Recuerdo la suavidad de su beso, ese gesto diminuto que ha hecho tambalear todo mi mundo.
Cierro los ojos, un instante, pero la imagen vuelv