Fleure
El cristal de las lámparas vibra sobre nuestras cabezas, salpicando la sala con destellos dorados y plateados. Las conversaciones susurran como un mar agitado, cada palabra escondiendo cálculos, ambiciones, juicios. Siento el peso de esas miradas sobre mí, aún más pesado que el vestido que me aprieta el pecho.
Aaron no suelta mi mano. Su agarre es firme, casi doloroso, como si quisiera recordarme en cada segundo que le pertenezco. Un abrazo invisible, pulido por una sonrisa encantadora.
La música se suaviza de repente, como si todo el aire de la sala contuviera la respiración. Aaron avanza unos pasos, llevándome con él, y un círculo natural se forma a nuestro alrededor. Todos los invitados se callan, suspendidos a lo que va a decir, a lo que va a mostrar.
Su mirada recorre la asamblea, confiada, triunfante.
— Mis queridos amigos, comienza con una voz clara y grave, esta noche no es solo la de la anunciación de mi compromiso… también es la celebración de un vínculo único.
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