Aquella mañana me levanté temprano, aunque lo cierto era que no había podido dormir en absoluto, ni siquiera había amanecido cuando salí a caminar por la playa, recordando aquella canción de cuna en mi mente, comenzando a tararearla sin apenas darme cuenta, sin apartar la vista del mar, pensando en él, en su lamentable estado, en lo que había prometido, en que debía de olvidarle. Mis lágrimas comenzaron a salir en ese instante, pero eso no me impidió que siguiese cantando.