Samuel
Terminábamos de hacer nuestras declaraciones, el cuerpo del hijo de puta ese ya iba rumbo a la clínica para estabilizarlo y, cuando estuviera fuera de peligro, ser llevado a una cárcel. Mi celular sonó al mismo que lo hizo el de mis amigos y lo más raro el de todos los integrantes de la gran familia. Al darle reproducir un video, vi a mi Cachetona atada y amordazada, eso congeló mi sangre.
—De esta manera es que se engañan a los idiotas. La hija de alguien para mi hijo. ¡Te lo advertí, Ernesto! Lo único que si no respondo, es lo que José Peralta pueda hacerle; Estoy en Italia y él en Colombia, además hay ciertas cuentas pendientes… ¿Cierto, Carlos? Tampoco podrán rastrear este celular.
Ahora era yo quien me encontraba en la dimensión desconocida. La piel la tenía erizada, hasta los oídos se me taparon. No podía pasarme algo como así. No a nosotros, nos encontrábamos en el mejor momento. Miré a Carlos, y mi suegro se había puesto pálido.
—Todo fue una distracción. —susurró Davi