María Paula
Alexey se encontraba en casa como era su costumbre desde la boda de Euma, por eso, cuando llamó mi hermana, asustada por un fuerte dolor en su vientre y sangrado, nos sirvió de apoyo. La otra razón por la cual se quedaría el fin de semana en la casa era por el viaje de papá con mis hermanos menores: mi suegro se fue con Eduardo José y Andrés Camilo, quienes participaban en el torneo de tenis en Estados Unidos por el fin de semana. Eduardo en la categoría profesional y mi peleonero en aficionado.
Papá, no se enterarán hasta que no lleguen al suelo norteamericano. Hace cuatro horas los dejamos en el aeropuerto, ahora debían de ir a kilómetros de vuelo. Por eso, bajo un mandato de papá, Alexey sería nuestro cuidador. Él era quien conducía rumbo a la clínica de Benjamín; tanto él como su esposa habían sido los ginecólogos de todas las mujeres de esta extensa familia desde hace veinte años. Como dice mamá, la experiencia no se improvisa.
—Tía, debe calmarse, todo saldrá bien.
—