Rubí

Esta semana había sido de locos, literal. La vez que hicimos el amor por primera vez me quedé. Al día siguiente llegamos a las seis de la mañana a la casa para ir por un par de ropa. Mis padres me miraron y fue Emmanuel quien habló con ellos mientras cambiaba mi ropa. En un morral metí un par de mudas para dejarlas en su apartamento.

Ahora nos dirigimos a Montería, de ahí iremos a Coveñas mañana. Hoy nos vamos a quedar en la ciudad, desde ayer realizó una reservación en una habitación. También alquiló un carro para poder transportarnos de la ciudad hasta la cabaña, sobre todo por lo retirado del pueblo. No me cambiaba por nadie, parecemos conejos copulando donde nos dé la calentura.

Al parecer éramos insaciables. O Emmanuel era un experto lector de cuerpos, hasta el momento no había sido necesario decirle «tengo ganas», él lo sabía desde qué cruzábamos la mirada. Nos conteníamos en la universidad, pero en la clínica, ya inauguramos su despacho en más de una ocasión.

Su dominio, e