Capítulo | • 3 • |

"La maldad puede ser fácilmente absorbida cuando se está en contacto constante con ella."

— Desapareciste. — escucho a mis espaldas, no me giro, sé perfectamente quién es.

— No es tu asunto. — digo sin mirarlo, es mejor que se mantenga al margen. — Aléjate.

— Oh vamos, dulzura. — dice mientras roza su nariz con mi cuello, ese simple acto causa escalofríos en mi cuerpo.

— Rhett es mejor que te apartes. — lo tomo de la muñeca muy fuerte y él solo se ríe.

Quiero golpearlo en ese hermoso rostro, el condenado sabe que está bueno y con eso intenta manipularme.

— Dulzura... — se acerca al lóbulo de mi oreja. — Sabes que no puedes resistirte a mí. — me río en su cara.

— En tus sueños. — sentenció apartándolo de mí. — Tus juegos de conquista y manipulación pueden servir con cualquiera, excepto conmigo y lo sabes. — me toma de la cintura y me pega a su cuerpo, su aliento se choca con el mío y comienzo a sentir la humedad entre mis piernas.

— Eso ya lo veremos. — ríe una última vez y se aparta para dejarme allí, pero esta me las pagará el imbécil.

— Pase por aquí la señorita Chanel Maxwell. — me levanto rápido de mi silla y emprendo camino a la tarima.

Y lo único que puedo pensar es que al fin se dignaron en llamarme, llevo aquí una hora y nada de nada, me estaba hartando. Camino entre ellos y me paro frente al director, el cual tiene mi título, la medalla de honor y la banda de exoneración. No es por presumir, o bueno, la verdad es que si, que les puedo decir mi IQ es demasiado alto.

— Hacemos entrega del título a Chanel Maxwell, la mejor de su clase y la mejor en la universidad. — los aplausos no se hacen esperar, realmente me encanta tener la atención sobre mí.

Me entrega el título, me ponen la medalla de honor y luego la banda de exoneración. ¿Por qué tengo está banda? Dentro de poco cumpliré veinte años, es decir solo tengo diecinueve y para mi corta edad he exonerado la carrera, incluso hice mucho antes mi residencia, es que me amo.

Al parecer él quiere que, de unas palabras, solo me niego y bajo de allí, ya tengo lo que me importa realmente, lo demás me vale verga. Camino entre los estudiantes y lo único que quiero es llegar a mí auto e irme, definitivamente no es una opción quedarme, para nada.

— Chanel espera. — siento como alguien me agarra del brazo, siento la ira invadirme.

— Suéltame, Elliot. — lo hace de inmediato y siento como se tensa. — ¿Qué quieres? — digo tajantemente, no estoy para babosadas.

— ¿Salimos? — lo miro incrédula, este ya se pasó.

— ¿Me estás hablando en serio? — él asiente, esto me estresa. — Porque nos acostamos de vez en cuando, no significa que saldré contigo. — me mira con desconcierto en su rostro. — Déjate de mamadas. — veo el dolor atravesar su rostro, como me encanta el dolor ajeno.

Solo me encojo de hombros y sigo mi camino, para mí desgracia mi padre y cinco camionetas más nos esperan afuera, frunzo mi ceño y cambio de ruta, que se jodan.

— ¡Cariño! — mi padre grita viniendo hasta donde estoy yo.

«Cálmate Chanel, solo finge y estarás libre dentro de poco.»

Fingir se había convertido en mi mejor aliado desde que descubrí que era realmente, aquello me ayudó a no caer en la m*****a locura, pero ahora era una historia completamente diferente.

— Tu madre hizo tu comida favorita. — espera una reacción de mi parte, solo asiento y caminamos juntos hasta una de las camionetas. — Estoy tan orgulloso de ti, mi niña. — la idea es que me digan algo que no sepa. — Tienes conocimientos múltiples, eres mi niña inteligente. — me abraza y deja muchos besos en mi rostro, no respondo.

— Me estás asfixiando. — él ríe y se separa.

Conduce directo a casa y yo solo me limito a mirar por la ventana, odio esto, pero debo pretender que no, al menos por un tiempo más.

Llegamos a la dichosa casa y me bajo del auto, mi madre está afuera de esta con un gran pastel, detrás de ella está el que dice que es mi hermano. Ruedo mis ojos y yo creyendo que está m****a no podía ser peor.

— ¿¡Qué hace él aquí!? — mi padre solo me observa sin decirme nada.

— Mi niña... — me bajo del auto con molestia y entro en la casa sin prestar atención.

Para colmo, lo que me faltaba, en esta están los estúpidos de Abigail y Santiago.

— ¡Lo que me faltaba! — no estoy para estas tontadas.

— Hija... — yo intentando fingir, pero estos no colaboran, la verdad.

— "Se supone que es un día especial". — hago las comillas con mis dedos. — No la embarrada general.— Bueno, cuando más rápido terminemos, mejor será.

Nadie menciona nada y es mejor de esa manera. Todos nos sentamos a la mesa, estamos en silencio, completamente en silencio, hasta que este se ve perturbado por la idiota de Abigail.

— Mínimo respeto, escuincla. — y eso es la gota que derramó el maldito vaso.

Me levanto de la mesa sin mirar a nadie, subo a mi habitación y estrello la puerta, puedo escuchar cómo me llaman, pero no presto atención, por este momento solo quiero quedarme aquí, haciendo las maletas, aunque bueno, ya las tengo casi todas listas.

— Abre la puerta mi niña, por favor. — no necesito esta m****a, solo quiero que acabe.

Tengo cosas más importantes en que pensar.

Así que sin prestarle nada de atención sigo con mi tarea, tengo en la mira lo que debo hacer y para llevarlo a cabo no necesito nada de estorbos, si quiero hacer lo que deseo debo quitar del camino lo que me pese, completamente y dejarlo libre para poder llevar a cabo mi plan.

— Abre, Chanel. — su voz me cautiva, su voz me incita a tantas cosas y ninguna de esas es buena, definitivamente que no.

Así que camino tranquilamente hasta la puerta y la abro.

— Oh, vamos, Rhett, eres mejor que esto. — me apoyo en el umbral de la puerta, mientras me burló de él.

— ¿Por qué no bajas? — tiene su ceño fruncido y eso solo lo hace ver más apetecible, está buenísimo el condenado.

— ¿Te harás el bueno frente a mí? — no sé inmuta. — Pero vamos, Rhett, yo te conozco, de bueno solo tienes la fachada, nada más. — la curvatura de sus labios se eleva.

— Baja. — lo reto con la mirada, me encanta hacer esto.

— ¿O qué? ¿Me castigarás como a una niña mala? — me río por completo. — Pero déjame decirte que no soy de las que se dejan dominar.

Se acerca a mí y me aprisiona contra la puerta.

— Eso está más que claro y yo no soy de los que se dejan dominar. — le doy un leve empujón y él retrocede.

— Eso ya lo veremos, ¿ok? — me aparto y sigo mi camino para bajar. — Solo vengo a informar que me voy.

Mis padres me miran, la idiota de Abigail rueda sus ojos, el estúpido de Santiago solo me mira los pechos.

— ¿Cómo qué te vas, hija? — asiento, no quiero dar explicaciones, no necesito darlas.

— Me voy de la casa. — mi madre echa el grito al cielo, joder, esto será un show.

— ¡No! ¿¡Cómo se te ocurre algo así!? — ruedo mis ojos, quiero paz, al menos hoy.

— Quedamos que me mudaría a donde yo quisiera luego de que me graduara. — mi padre abre sus ojos de golpe, no puede creer lo que lo estoy diciendo.

— Creí que no te lo tomarías tan literal, hija. — el fingir, me estaba resultando difícil.

— Pues ya ves que no, así que gracias y adiós. — alguien me toma del brazo y me detiene, es Rhett.

— Tranquilos, yo la llevaré. — debo morderme la lengua para no reírme, al menos el finge mejor que yo.

— Ya ven. — me cuesta todo de mí para no rodar mis ojos. — Solo me mudaré, no moriré. —mi madre ríe, ok, al menos las aguas se calmaron.

— El doctor Evan quiere que la lleve a la primicia de mañana. — asiento, sé lo que se hablará en aquella primicia, es obvio.

— Espléndido. — nadie me dice más nada y me ayudan a bajar las maletas.

Las subimos en mi camioneta y luego solo me despido.

Definitivamente amo cuando todo siempre me sale cómo yo quiero y eso es siempre... 

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