Me aprieta entre sus brazos haciéndome sentir el poder del calor y la acogida, que sólo una madre puede transmitir a su hijo. Necesitaba alimentarme de su amor, no sé qué vendrá después.
— Te echo de menos, hija.
— Yo también te echo de menos, mamá.
— ¿Nos vamos, Lis? — Adriel me apura una vez más.
— Un momento, Adriel. — replico molesto al ver su expresión de enfado.
Tras despedirnos de ellos nos dirigimos a mi padre, con él no hubo ceremonia, tras unos apretones de manos salimos a toda prisa, hacia donde dejé el coche.
Al cruzar la verja, saqué la llave del vehículo de mi bolso y me coloqué delante de la puerta del conductor.
— Yo conduzco, Ana Lis — extiende la mano pidiendo la llave.
— ¿Por qué no puedo coger el coche...
Antes de que pudiera terminar la frase, me quitó las llaves de las manos.
—Porque he dicho que conduzco mi coche y ya está.
— Podrías haberme hecho daño, ¡estúpido! — le miro seriamente — conduces tu coche aunque conduzcas mal, como siempre. — una vez más hablo si