Alessios:
Sentí el momento exacto en que la vida abandonó el cuerpo de mi hija y mi pecho se llenó de un dolor que parecía querer aplastarme.
Por doquier caían las víctimas de Zai y Mem, y había cadáveres calcinados por los poderes de Burya.
Preso de una ira ciega me voy sobre los enemigos. Descuartizandolos con mis fauces y destripandolos con mis garras.
¡Ya este combate no tiene como objetivo un rescate, ahora cobraremos venganza sobre los rebeldes!
Mi hija, mi heredera...ha muerto.
Umara:
Lloro amargamente.
Mi hija ha muerto.
La tomo en mis brazos y la meso, como cuando era pequeña, sin importarme que su sangre manche mis vestiduras. Beso su frente, y cierro sus ojos.
Maldiciendo el día que regresé a Tarmén.
Porque de no haberlo hecho ella aún viviría.
A nuestro lado ha llegado una niña.
No sé cómo rayos ha cruzado el campo de batalla y menos como ha atravesado la barrera mágica de Citié, pero trae flores en sus manitas y sus ojos están llenos de lágrimas, al contemplar el cuerpo