Me recompuse un poco y luego atendí la llamada de mi cuñada.
Tal como esperaba, me preguntó: —Óscar, ¿dónde te metiste? ¿Por qué no has vuelto todavía a estas horas?
Le dije todo lo que había pensado antes.
Mi cuñada me creyó por completo; jamás se imaginaría que podría mentirle.
—Entonces vuelve pronto, ya casi son las tres de la madrugada.
—Está bien, no me demoro.
Después de colgar, Luna volvió a acercarse a mí, abrazándome con fuerza.
—Óscar, no quiero que te vayas.
No esperaba que Luna realmente fuera tan pegajosa.
Eso me hizo sentir una gran satisfacción.
Al fin y al cabo, era la mujer que amaba, y el hecho de que buscara mi compañía significaba que le importaba.
Le di un tierno beso en la frente y le prometí: —Luna, mañana en la noche vendré a verte más temprano.
—De acuerdo entonces.
Luna, aunque con cierta tristeza, me acompañó hasta la puerta.
Arreglé mi ropa antes de llegar a la puerta de la casa de mi cuñada y toqué con suavidad.
Poco después, ella me abrió la puerta.
Entr