Lucian me miraba con unos ojos cargados de ferocidad y codicia, como si quisiera devorarme vivo:
—¡Basura! —escupió con desprecio:— ¿Apenas un golpe y ya no puedes resistir? Con esa mediocridad que tienes, ¡jamás serías digno de recibir siquiera una mirada de la señorita Viviana!
Sabía que este tipo estaba completamente desequilibrado.
Si mostraba debilidad o intentaba suplicarle, solo conseguiría que su sadismo aumentara un poco más.
De repente entendí algo muy claro: en situaciones como esta, no podía esperar ayuda de nadie más. Solo podía confiar en mí mismo.
Siempre había tratado de mantenerme alejado de Viviana precisamente para evitar este tipo de problemas.
No quería, bajo ningún concepto, convertirme en un blanco para Mikel.
Pero ahora me daba cuenta de que, por más que uno intentara evitar el destino, había cosas que simplemente no podían esquivarse.
Era como si el propio destino estuviera burlándose de mí, obligándome a atravesar esta desafortunada prueba.
Si no había forma a