El abuelo Bruno soltó una carcajada amable:—Muchacho, tú también sabes lo tuyo, ¿eh?Nuestra receta es prácticamente la misma. Para ser alguien formado en medicina occidental, no lo pareces en absoluto.Seguro que aprendiste mucho con tu abuelo, ¿verdad?Sonreí con modestia:—Algo aprendí, sí…Lo malo es que era muy pequeño entonces.No alcancé a absorber todo lo que él sabía.
—No importa —me dijo con una sonrisa más amplia:—A partir de ahora, considérame tu abuelo también.Cuando no entiendas algo, ven a preguntarme.
Le agradecí sinceramente por esas palabras.
Que un maestro así estuviera dispuesto a enseñarme, era un honor enorme.
Después de confirmar la receta con él, fui a una clínica de medicina tradicional para comprar la fórmula correspondiente para dos días de tratamiento.
Luego pasé por el hospital San Rafael para informar a mis compañeros de que Aquilino ya había recibido el alta y estaba en casa, descansando.
Todos se pusieron muy contentos.
Pensaban que Aquilino se estaba recupera