Kiros sorprendido salió rápidamente detrás de ellos.
Mientras, le ordené al resto que retomaran sus labores. Poco a poco, todos regresaron a sus puestos, aunque no faltaban los rumores a escondidas sobre el asunto de Mario.
Un peso dominante se instaló en mi pecho.
Por su parte, Mario llevó a Emma a un lugar apartado.
Con un tono tranquilo pero decidido, le dijo:—A decir verdad me importas, y de verdad deseo que encuentres un buen camino. Pero lo que estás haciendo ahora es destruirte a ti misma.
Emma, con el rostro frio como el mármol, respondió:—Si tanto te importara, ¿me abandonarías solo por lo que dijo ese tal Óscar?
—Incluso sin Óscar, esto jamás habría funcionado —respondió Mario, manteniendo la calma: — Tengo una familia: una esposa y un hijo. Siempre te vi como una hermana pequeña, nada más.
El sonido de semejante cachetada resonó en el lugar como un disparo.
—¿¡Nada más!? —Emma, con los dientes apretados, escupió una a una cada palabra que le había dicho:— ¿Entonces por qué