—Bueno, tienes el mejor gusto; la verdad es que Liora es bastante encantadora.
Le quise dar un par de palmadas en el hombro a Kiros, pero apenas levanté el brazo, me di cuenta de que me dolía muchísimo.
Mario se apresuró a acercarse y, sosteniéndome, exclamó:
—Óscar, déjame llevarte de regreso para vendarte un poco.
Al mirar a Mario, mi ánimo se volvió cada vez más complejo.
Aquel desgraciado me había malinterpretado anteriormente, lo que me había dejado muy disgustado y desconcertado, y hasta había jurado en silencio que jamás volvería a involucrarme en sus asuntos.
Sin embargo, cuando surgía un problema en la tienda, o si yo tenía algún contratiempo, él se preocupaba de verdad por mí.
Además, lo que presencié hace poco, con Emma y el rubio entregándose a sus habituales enredos, me dejó con algunos sentimientos encontrados; ni decirlo, ni callarlo me parecía adecuado.
Pero yo soy de esos que no pueden guardar secretos en el fondo de su corazón, y si no hablaba de estas cosas, sentía