Paula respiró profundamente y dijo: —Si quieres divorciarte, yo estoy dispuesta a irme sin nada. El niño se quedará contigo. Eres un buen hombre, y con él, estará bien educado.
—No soy una buena madre ni una buena esposa. No quiero hacerle daño alguno a nuestro hijo.
Vicente no pudo evitar que se le humedecieran los ojos: —¿Es que los hombres de afuera te atraen tanto? ¿Acaso no puedo satisfacerte?
Paula le respondió: —Tú eres muy bueno, eres muy amable, atento, eres increíble en la cama, y me tratas muy bien a mí y a mi familia.
—¿Entonces, por qué has hecho lo que hiciste? —Vicente no comprendía y se sentía perdido.
Paula suspiró profundamente y explicó todo y dijo: —Porque no soy una buena mujer. Siempre he sido inquieta, nunca debí casarme.
Vicente sintió un nudo en el pecho.
Esa mujer no lo culpaba a él, sino que asumía toda la responsabilidad.
Le resultaba tan difícil encontrar las palabras adecuadas que se quedó sin palabras.
—No quiero divorciarme, nunca lo he considerado, —dij