Al ver que mi cuñada estaba siendo agredida, no dudé ni un solo segundo y corrí desesperado hacia ella de inmediato.
Le di una fuerte patada al hombre, apartándolo de ella.
Luego, preocupado, me acerqué a mi cuñada: —¿Cuñada, estás bien?
Ella, furiosa, me respondió: —Óscar, agárralo, voy a grabar todo lo que me ha hecho y se lo voy a mandar a Alicia.
Sin perder más tiempo, tomé al hombre de mediana edad y lo sujeté con fuerza. Mi cuñada comenzó a tomarle varias fotos al sujeto.
Zorath Ramos, luchando por soltarse, gritó: —Lucía, tú dices que vengo a este lugar a hacer cosas inapropiadas, ¿y tú qué haces? Como mujer, ¿cómo te atreves a venir a un sitio como este? ¡Eres aún peor que yo!
Mi cuñada se quedó inmóvil por un momento, mirando a Zorath con frialdad.
Claramente, Raúl no sabía que ella había venido hasta este lugar.
Las palabras de Zorath la pusieron algo incómoda, y pude ver cómo se sentía atrapada.
Vi la expresión de incomodidad de mi cuñada y, sin pensarlo dos veces, le zampé