—De todos modos, ya que ninguno de los dos tiene nada que hacer, ¿qué tal si vamos a dar un pequeño paseo por el refugio de la Montaña Esmeralda? propuso en ese momento mi cuñada.
Luna lo negó de inmediato: —Mejor no, si Óscar se entera, va a pensar que lo estamos siguiendo.
Mi cuñada se rió con algo de molestia: —¿No puedes dejar de pensar siempre en él? Primero tienes que pensar en ti misma, y luego en los demás.
—Últimamente, he notado que no estás del todo bien. Aunque te hayas divorciado de Eric, aún no se lo has contado a tu familia, ¿verdad?
Luna sorprendida, reconociendo que, en realidad, esa era una de sus mayores preocupaciones.
Primero se había divorciado, y luego había comenzado a salir con un chico mucho más joven que ella, y no sabía cómo contarle todo esto a su familia. Por eso, su estado de ánimo no era el mejor.
La razón por la que había sido tan permisiva conmigo, tan dispuesta a darme tanta libertad, era porque tampoco estaba segura de cuál sería nuestro futuro junto