La Sorpresa en el Centro Comercial

Un año después.

Tras varias sesiones de operaciones, Marcelo estaba listo, pero ahora contaba con una nueva identidad. Había dejado completamente atrás su pasado, y lo único que recordaba era que lo habían encontrado en el muelle cuando el barco de su padre atracó en Ciudad Jazmín. Al parecer, sus padres habían fallecido, y un hombre que pasaba por el muelle lo encontró.

Sabía que había pasado varios meses en recuperación. Dylan, quien se presentó como la persona que lo encontró, le informó que su familia estaba de visita en la ciudad porque años atrás su padre le había confiado una gran suma de dinero. Cuando las cosas fueron mal en Ciudad del Cabo, decidieron establecerse en Ciudad Jazmín.

A pesar de que Marcelo intentaba recordarlo todo, no podía. Solo podía confiar en la palabra de Dylan, quien le entregó una cuenta con una gran cantidad de dinero y también un edificio.

—Mario, el edificio está listo para comenzar las operaciones. Puedes contar conmigo, y también con Rogelio. Tu padre siempre decía que eras bueno en los negocios —dijo Dylan.

—Me gustaría creer eso, pero no recuerdo nada. No sé si aún recuerdo mis estudios, y no me siento capaz de manejar algo tan grande —respondió Marcelo preocupado.

—No te preocupes por eso, Rogelio te guiará. Si tienes dudas, pregúntale a él. Además, ya le he pedido que contrate personal. El Grupo Cárdena comenzará a operar muy pronto. Aquí tienes grandes competidores, como el Grupo Santos y el Grupo Davis —explicó Dylan.

Rogelio llevaba días contratando personal para el Grupo Cárdena. El salario que ofrecía era bastante competitivo y algunos talentos de la competencia aceptaron la propuesta.

Después de entregar el Grupo Davis, Dylan dejó el país por un tiempo. Le dijo a Lily que regresaría, pero que nunca se quedaría con algo que no era suyo.

Ella lo abrazó sin querer soltarlo. Emily aún desconfiaba un poco, pero ahora que tenía el control del Grupo Davis, comenzó a cumplir su parte del trato: destruir al Grupo Santos. Sin embargo, por más que lo intentaba, no lograba hacerlo. Parecía que el Grupo Santos estaba preparado para cualquier cosa que ella intentara. No era de extrañar, ya que la familia Santos era considerada prodigiosa en los negocios.

Raúl había sufrido grandes pérdidas, pero aprovechando que su padre no había aparecido y que Alex había desaparecido, aprovechó la oportunidad para consolidar su poder y resistir los diversos ataques del Grupo Davis. Ya no había nadie que le diera órdenes o que interfiriera.

Mario decidió dar un paseo por el centro comercial para conocer su nuevo hogar. Después de dar varias vueltas, decidió entrar a una tienda de ropa y se dirigió al área de las corbatas. Vio una que le llamó la atención, pero cuando intentó tomarla, una mujer también la estaba agarrando.

—Esta corbata es mía, yo la vi primero, así que me pertenece —dijo la mujer, tratando de imponer su superioridad.

—A menos que seas adivina, dudo que sepas que la viste primero. Yo la tomé primero y es la que quiero. Además, no sabía que las mujeres ahora usaran corbatas —contestó Mario, sin permitir que alguien lo humillara.

—¿Sabes con quién estás hablando? Conozco al dueño del centro comercial y una simple llamada mía puede hacer que te saquen —amenazó la mujer.

—No necesitas valerte de ti misma siempre, ¿sabes qué? Ya no me gusta. Parece ser una corbata corriente —respondió Mario, decidido a no dejarse intimidar.

Mario se retiró y continuó su camino con una mezcla de satisfacción y curiosidad por la reacción de la mujer. Mientras tanto, ella se encontraba sorprendida por la respuesta y la actitud de Mario. Aunque en el fondo no quería admitirlo, no iba a rebajarse a responderle. Decidió buscar otras cosas y se dirigió a la caja para pagar.

Sin embargo, al llegar a la caja, la mujer recibió una inesperada noticia por parte del dependiente.

—Su cuenta ya ha sido cancelada, señorita —dijo el dependiente.

—No entiendo, aún no he pagado —respondió la mujer confundida.

—Tiene razón, pero un joven dejó un pago por adelantado que cubre cualquier artículo que usted lleve.

Esto fue lo más doloroso para ella, ya que nunca había permitido que un hombre pagara por ella. Se había esforzado mucho para valerse por sí misma y no depender de nadie, pero ahora venía un extraño y pagaba su cuenta sin importar el monto.

—¿Cuánto dinero dejó el hombre? —preguntó con curiosidad.

—Lo siento, tengo prohibido dar esa información —respondió el dependiente.

—Si no quieres que te despidan en este instante, quiero que llames al gerente ahora mismo —exigió la mujer, enfadada.

El dependiente, temiendo molestar a alguien importante, decidió llamar al gerente.

—Señorita Davis, disculpe los inconvenientes ocasionados. ¿En qué puedo ayudarle? —preguntó el gerente, quien conocía a muchos clientes influyentes y cuyo deber era mantenerlos satisfechos.

—Su empleado se niega a decirme cuánto dinero pagó un hombre que intentó humillarme —expresó la mujer.

—Entiendo lo que está tratando de decir, pero esa persona compró toda la tienda por un precio superior al valor de su compra. Es el nuevo dueño y ha decidido mantener su información privada —explicó el gerente.

Emily se quedó sorprendida. No sabía que esa tienda en particular estaba a la venta.

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que se cerró la venta? —preguntó sorprendida.

—Acabamos de cerrar el trato hace un momento, y nuestros abogados se están ocupando de los detalles —respondió el gerente.

—Te pagaré el triple por la tienda y le devuelves el dinero al hombre —ofreció Emily, tentada.

Era una oferta tentadora, pero si incumplía la venta, el antiguo propietario tendría que pagar 100 veces más el valor de la compra, lo cual era una suma considerable.

—Aunque quisiera, no podría hacerlo. El trato está cerrado. Si desea negociar, deberá hablar directamente con él —explicó el gerente.

Emily ardía de rabia. No dejaría que esta humillación pasara tan fácilmente. Terminó dejando sus compras en el mostrador antes de aceptar cualquier dinero de alguien así.

Justo ese día, después de un año sin haber visto a Dylan, alguien le había arruinado la mañana. Se sentía aún más frustrada por no poder descubrir quién era este nuevo dueño misterioso que había intervenido en su vida de forma tan inesperada.

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