La venganza del heredero desterrado
La venganza del heredero desterrado
Por: Aj Corea
El comienzo de una conspiración familiar

Hace veinte años, la familia Santos, una de las más adineradas de la ciudad, sufrió una pérdida trágica. Dylan Santos, el primogénito y heredero del grupo Santos, desapareció en el mar durante una tormenta mientras navegaba. Desde entonces, su hijo Marcelo quedó al cuidado de su tío Raúl, quien asumió el control del grupo empresarial tras la muerte de su hermano.

Marcelo, a quien su tío humillaba constantemente, soportaba sus constantes humillaciones día tras día. Su vida se había convertido en un constante recordatorio de su inutilidad y su falta de valía para la familia Santos. Sin embargo, todo eso estaba a punto de cambiar.

A tan solo siete días de cumplir los veinticinco años, Marcelo daría inicio al protocolo para asumir el liderazgo del grupo Santos. Pero su tío Raúl no estaba dispuesto a dejar que eso sucediera. En secreto, Raúl planeó la desaparición de Marcelo de una manera que pareciera un accidente natural, sin dejar rastro alguno.

—Alex, sabes qué hacer. Quiero que todo parezca completamente natural. Mi padre ordenará una investigación y no puedo permitir que haya ninguna pista —dijo Raúl con frialdad.

—No se preocupe, jefe. Me encargaré de todo —respondió Alex, obediente y dispuesto a llevar a cabo las órdenes de su jefe.

En ese momento, Marcelo fue sorprendido y golpeado, dejándolo inconsciente. Fue subido a una camioneta y trasladado hasta el muelle. Cuando finalmente despertó, se encontraba en el yate de la familia Santos, con el sistema de navegación dañado en medio de una gran tormenta.

Mientras tanto, en la residencia de la familia Santos, el anciano se encontraba furioso.

—¿Cómo es posible que hayas permitido que Marcelo se fuera en el yate? ¿Acaso no te diste cuenta de las malas condiciones climáticas? —reprochó el anciano.

—Lo siento, padre. No me di cuenta en qué momento tomó las llaves. Marcelo siempre ha sido tan imprudente... —respondió Raúl, tratando de justificarse.

—Envía a alguien a buscarlo. No podemos permitir que el heredero del grupo muera. Nuestra familia se derrumbaría —ordenó el anciano, preocupado por las consecuencias que podrían derivarse de la desaparición de Marcelo.

—Padre, ¿acaso no confías en mis habilidades para dirigir el grupo? Llevo veinte años al frente y todo ha salido perfectamente. Además, envié a Alex con un equipo de búsqueda, pero según la guardia costera, las condiciones climáticas no les permiten entrar al mar —respondió Raúl, tratando de defender su posición.

—Quiero a Marcelo de vuelta —dijo el anciano con determinación, abandonando la casa en su lujoso Rolls-Royce.

Mientras tanto, Alex se dirigió hacia donde se encontraba Raúl, llevando noticias sobre la situación del rescate.

—Todo ha salido según lo planeado, el anciano se lo ha creído todo. La muerte de Marcelo está prácticamente anunciada. Mantén al personal alerta, no quiero que el anciano sospeche que no hemos hecho lo suficiente para buscarlo —dijo Raúl con una sonrisa siniestra.

»En caso de encontrar algo, asegúrate de que sea solo el cuerpo. Dudo que Marcelo pueda sobrevivir tanto tiempo en una tormenta tan feroz —añadió Raúl, mostrando su indiferencia hacia la vida de su sobrino.

La guardia costera estaba atenta al pronóstico del clima, pero las condiciones no eran favorables para un rescate exitoso. A pesar de sus esfuerzos, la tormenta dificultaba enormemente las operaciones de búsqueda.

De repente, un helicóptero apareció en escena. La guardia costera trató de comunicarse con el piloto, pero no hubo respuesta. Intentaron verificar la matrícula del helicóptero, pero no había registros de su existencia.

—¿De dónde ha salido ese helicóptero? —preguntó el capitán, desconcertado por la situación.

—No lo sabemos, señor. No hay registros. Es como si fuera un fantasma —respondió uno de los guardacostas, perplejo.

—Informen a la central de inmediato. Tengo la sensación de que este será un día largo —dijo el capitán, preocupado por la aparición repentina del helicóptero desconocido.

Alex, recién llegado al muelle, observó el paso del helicóptero y se aseguró de que sus secuaces informaran a Raúl sobre la situación. Sabía que no sería una noticia agradable para su tío.

—Jefe, hemos avistado un helicóptero sin matrícula que se dirige hacia el mar —informó Alex, con un tono de preocupación.

Raúl intentó mantener la calma, aunque sabía que algo no iba según lo planeado.

—No te preocupes por eso. Ya no importa. Al final, encontrarán dos cuerpos en lugar de uno —respondió Raúl, confiado en el éxito de su plan.

—El helicóptero era avanzado, quizás ellos no lo reconocerían fácilmente, pero era un SAR S-92.

—¿De dónde han sacado ese helicóptero? Se supone que la guardia costera no cuenta con un equipo tan avanzado. Mantenme informado.

Tras varias horas, la tormenta comenzó a calmarse; sin embargo, el helicóptero aún no había regresado y habían perdido su rastro después de treinta minutos en el mar.

«Creo que me he preocupado demasiado al final. Quizás no iban por Marcelo y por eso no han regresado», pensó Alex.

—Señor Alex, ahora que la tormenta está pasando, enviaremos a nuestro equipo de búsqueda y rescate. Desafortunadamente, tenemos que dividir nuestros recursos, ya que el helicóptero dejó de enviar su ubicación muy pronto y sospechamos que haya sido derribado.

«Un S-92 en manos de un piloto experimentado no sería derribado tan fácilmente. Supuestamente, está diseñado para resistir las peores condiciones» pensó Alex, quien había servido en el ejército y conocía de aviación.

Alex no dejaba de pensar que esto no fue una mera casualidad; sin embargo, lo que menos quería era obtener resultados positivos, por lo que no le importaba que dividieran el equipo.

Siguiendo la última ubicación marcada por el helicóptero, encontraron el yate de la familia Santos, el cual se encontraba volcado y había restos del helicóptero flotando cerca.

—Enviaremos a nuestro equipo de rescate submarino para que revise el área —dijo el capitán, decidido a no rendirse fácilmente.

Uno de los rescatistas se apresuró en llegar donde se encontraba el capitán. —Señor, tiene que ver esto. No podemos enviar al equipo de rescate submarino.

El capitán miró la pantalla de una tablet donde se mostraba que cerca había al menos 5 tiburones.

—¿Tiburones en aguas poco profundas? No tiene sentido —el capitán mostró un gesto de preocupación.

—Puede que la tormenta los haya arrastrado. No sabemos cuánto tiempo llevan aquí, pero no podemos proceder con el rescate.

Mientras tanto, el capitán de la guardia costera evaluaba la situación y tomaba decisiones difíciles.

—Señor Alex, lamentablemente no podremos continuar con el rescate. Hemos encontrado el yate, pero está volcado y hay tiburones en el área —informó el capitán, mostrando su pesar.

—Lo entiendo. Sé que han hecho todo lo posible. Hablaré con el Sr. Santos al respecto —respondió Alex, tratando de disimular su satisfacción.

El capitán abandonó la escena y Alex aprovechó para informar a Raúl sobre la situación.

—Está hecho. Han encontrado el yate volcado y hay tiburones en el área. Parece que la muerte de Marcelo está garantizada —dijo Alex, con una expresión de triunfo.

—No importa. Con eso será suficiente. Al final, el hijo murió como el padre. Ahora me tocará hablar con el anciano —respondió Raúl, preparándose para enfrentar las consecuencias de su acción.

Raúl se dirigió a la residencia de su padre, quien vivía en una casa tranquila en los suburbios. Desde que Javier se retiró del Grupo Santos, había llevado una vida más relajada en ese lugar.

Cuando llegó, encontró a su padre en el jardín, cuidando de las rosas, las favoritas de su difunta esposa.

—Raúl, espero que tu presencia aquí sea para traer buenas noticias. La tormenta ha pasado y el equipo de búsqueda puede comenzar —dijo el padre, esperanzado.

Raúl fingió angustia y controló su alegría.

—Padre, la guardia costera no podrá continuar con el rescate. Han encontrado el yate, pero estaba volcado y la zona está infestada de tiburones —respondió Raúl, tratando de ocultar su satisfacción.

—No, no puede ser. He perdido a otro hijo —exclamó el padre, devastado.

En ese momento, el padre comenzó a sentir una fuerte presión en el pecho y Raúl llamó rápidamente a los escoltas para llevarlo al hospital.

Después de varias horas en el quirófano, el doctor salió y se dirigió a Raúl.

—Doctor, ¿cómo está mi padre? —preguntó Raúl, ansioso por conocer el estado de su padre.

—Lamento decirlo, pero su padre se encuentra en una situación muy delicada. Nuestro equipo ha hecho todo lo posible, pero su vida está en peligro. Su corazón ha sufrido un daño significativo debido a la presión y es poco probable que sobreviva. Estamos haciendo todo lo posible, pero debemos prepararnos para lo peor —explicó el doctor, con sinceridad.

Raúl sintió una mezcla de emociones en ese momento. Por un lado, estaba satisfecho de que su plan estuviera funcionando, pero por otro lado, se enfrentaba a la posible pérdida de su padre.

—Doctor, haga todo lo que esté a su alcance. No escatime en gastos. Haré lo que sea necesario para salvar a mi padre —dijo Raúl, decidido a luchar hasta el final.

El doctor asintió y regresó al quirófano para continuar con los esfuerzos por salvar la vida del padre de Raúl.

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