Si Viviana no hubiese sido tan estúpida, jamás habría caído en esa trampa tan pendeja. Podría haberse limitado a una disculpa pública, pero no, tuvo que mencionar lo de Amanda, y ahora la situación ya era difícil de solucionar. Que Viviana se disculpara públicamente ya era una humillación suficiente, y Lucas lo sabía. Aceptar aquello era perder algo de su orgullo, pero pedirle que se arrodillara era demasiado.
Viviana era ahora su esposa. Que se humillara y doblara rodilla frente a Amanda sería mucho, y eso afectaría directamente su reputación.
—Eso no va a pasar —dijo Lucas, rechazando la propuesta de inmediato.
Amanda no se sorprendió. Sabía que Lucas no iba a permitir una humillación tan grande para su esposa, más por su reputación que pensando en ella y en cómo se sentiría. Al fin y al cabo, para ellos, lo que le sucedía a uno afectaba al otro.
—Entonces no tenemos nada más que discutir. Prepárate para que ambos caigan bien juntos —respondió implacable Amanda.
—¿No piensas acaso en