Andrea
Al ingresar de nuevo, Andrea se pegó a uno de los pilares, fingiendo temor mientras su mirada escudriñaba el salón con cautela. Sus manos temblaban levemente, aunque no estaba claro si por miedo real o por el papel que intentaba interpretar. Entonces, lo vio: Nolan conversaba con un hombre obeso de rostro congestionado por la furia. Sus gestos eran bruscos, su voz una amenaza en sí misma.
Con pasos calculados, Andrea se acercó, procurando no hacer ruido. Necesitaba escuchar.
—Esto no se va a quedar así, Nolan —bramó el hombre, su voz impregnada de ira contenida—. Si pensaste que podías verme la cara, estás muy equivocado. No eres el único mafioso de cuarta que ha intentado estafarme.
Nolan permaneció impasible, pero Andrea notó cómo apretaba los puños a ambos lados del cuerpo.
—Pagué por la mercancía y no me la entregaron. Ahora atente a las consecuencias.
Con un ademán violento, el hombre se giró sobre sus talones y salió del lugar, seguido por varios de sus guardaespaldas. La