Andrea
Andrea se levantó con cuidado, procurando no hacer ruido. La noche anterior se habían acostado muy tarde; la celebración de Navidad se había extendido hasta la madrugada. Nadie quería despedirse, y en su hogar siempre había espacio para la alegría, los amigos y la familia. Pero ahora, en el silencio de la mañana, sólo quedaba el eco de las risas y el leve aroma a canela y ponche flotando en el aire.
A pesar del sueño que aún pesaba sobre sus párpados, algo más fuerte la impulsaba a moverse. Su corazón latía con inquietud. Había estado posponiéndolo, pero ya no podía seguir esperando. Su periodo llevaba varios días de retraso y, entre el ajetreo de las compras navideñas, se había desviado un momento para entrar a la farmacia. Ahora, la pequeña caja con la prueba de embarazo aguardaba en el cajón del baño.
Con pasos ligeros, atravesó el pasillo, sintiendo el frío del suelo bajo sus pies descalzos. Abrió la puerta con sigilo y, al encender la luz, el reflejo en el espejo le devolv