77. Horas vacías

Gia

Temblaba.

El frio habia comenzado a calar por mis huesos provocándome espasmos completamente involuntarios, incluso mis dientes titiritaban. Tenia la garganta seca y me costaba horrores llegar a respirar con absoluta normalidad. Pese a mis parpados caídos, el primer indicio del amanecer se coló a través de la ventana y penetró en mi acompañado de un ligero dolor de cabeza. Comenzó palpitándome en la sien y luego fue extendiéndose hasta cada rincón de mi cuerpo donde pudiese proporcionarme dolor.

En seguida, tuve el amago de querer retorcerme, pero bastó para saber que ni siquiera podía moverme y que el frio trepidante a través de mi piel, era porque estaba maniatada con unas cadenas que cobraban una temperatura baja.

Despacio, comencé a abrir los ojos. Evidentemente se filtraba un amanecer tímido. Fue difícil llegar a reconocer algo, la habitación estaba completamente vacía y solo era yo en ella. Transcurridos unos segundos, no solo me percaté de que olía a sal marina y que me hab
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