Me dejé llevar por los suaves labios de Jean, que se movían con delicadeza sobre los míos. La sensación era única e inexplicable.
Me había robado un beso, pero no me molestaba. Mis ojos se cerraron para disfrutar más del mágico momento en donde la sutil música llegaba a mis oídos para volverlo mucho más apasionante.
Nos separamos por falta de aire. Mi boca estaba entre abierta por lo agitada que se puso mi respiración y me concentré en ver los ojos de Jean, que emanaban un brillo inigualable gracias a las luces de la guirnalda encima de nosotros.
Fue increíble, pero mis mejillas estaban ardiendo como nunca antes y mis manos temblorosas seguían apoyadas sobre sus hombros. Las bajé hasta colocarlas en su pecho.
—Que no te hayas resistido me da una buena señal —habló, con un tono pícaro y divertido.
—Y-yo... —balbuceé, mis palabras se estaban enredando sin salir.
—No tienes que responder ahora mismo. Te daré tiempo para que lo proceses porque sé que fue muy repentino —comentó, quitando m