Jamás había visto un hombre sin prenda alguna y aunque mi conciencia me aconsejaba a gritos que corriera de ahí antes de que el me viera mis pies no se movían y mis ojos recorrían cada parte de su cuerpo hechizados por él.
—¿Quieres qué me dé la vuelta?? Aunque sería injusto que tú me veas y yo no a ti futura esposa—me miraba sobre su hombro y cuando hizo el amago de voltearse yo lo hice antes dándole la espalda.
—Lo lamento, no sabía—tartamudee jugando nerviosamente con mis dedos, mi vista estaba perdida en el suelo y mis mejillas ardían por la vergüenza.
No podía creer que me había quedado embobada mirándolo y peor aún; que el si se había dado cuenta.
—Sabes que el reino espera que le demos herederos—esa última palabra la pronuncio con especial lentitud en aquel tono entre reclamo y burla mientras se acercaba cada vez más a mí.
Por unos segundos el ambiente parecía más pesado, el silencio era incómodo y algo dentro de mi quemaba mientras me contenía para no voltearme a mirarlo nuevam