Me negué a abrir los ojos, deje que sus manos recorrieran cada parte de mi cuerpo, lo hacía con deseo y con tanta familiaridad que me era inevitable abrir los ojos y encontrarme con aquel extraño; preferí perderme en su tacto, sus besos cargados de deseo.
Me sostuvo entre sus manos elevándome del suelo a la vez que mis piernas se enredaban en su cintura. Mis manos acariciaban su negro cabello ahora aún más despeinado a la vez que le devoraba los labios como si temiera que fuese un sueño y que pronto pudiera acabar. Me coloco sobre la cama quedando sobre mí y sus labios se apartaron de los míos para comenzar a dejar fogosos besos en mi cuello y detenerse justo donde comenzaba la fina tela de seda que cubría mi cuerpo. Las finas telas de mi camisón fueron papel entre sus desesperadas manos y volviéndolas añicos quedo expuesto para el cada centímetro de mi cuerpo. Mis pezones endurecidos por la excitación se los sirvió de merienda a medida que sus besos se llenaban de deseo y descendían