Andrea:
Me encontraba sentada frente al espejo mientras desenredaban mi matojo de cabello aún muy mojado por un reconfortante baño que me acababa de dar.
Mis ojos estaban puestos sobre mi reflejo pero mi mente navegaba a aquellos ojos grises que apenas reconocía y que por algún motivo me removía cada célula de mi cuerpo.
Podía escuchar como murmuraban, a decir verdad creo que intentaban hablar conmigo; pero yo era incapaz de analizar sus palabras como si aún estuviera en una especie de sueño profundo.
Cada paso, cada gesto, hasta la manera en que sus labios vocalizaban cada palabra parecía ser ejecutado con tanta lentitud que me asfixiaba y entonces como enviado por el cielo unos gentiles toque en la puerta me devolvieron de golpe a la realidad inundando finalmente la habitación en un relajante silencio.
La puerta provoco un casi imperceptible chirrido al abrirse delatando a un joven de no más de 25 años vestido con el uniforme real y al cual reconocí como uno de los 4 guardias que ah