Carla decidió visitar a Osvaldo en la cárcel para ofrecer su apoyo.
— ¿Qué desea, señora? — El atractivo comisario la interrogó, levantándose y ajustando su camisa.
— Vine a visitar a Osvaldo Henrique. Sé que no es el horario de visita, pero he venido desde Italia para eso, y no creo que usted negaría ese favor, ¿verdad?
El delegado la observó de pies a cabeza, demostrando interés.
— Haré la excepción, después de todo, has venido desde muy lejos para esto. Junior, llévala a la celda de Osvaldo, por favor.
— Sí, señor, sí.
Carla siguió por el pasillo, donde Osvaldo estaba en una celda en una zona aislada, lejos de los criminales más peligrosos.
— ¿Carla? ¿Qué haces aquí? — Osvaldo preguntó sorprendido al verla acercarse a las rejas.
— ¿No estás feliz de verme? — Carla preguntó, acercándose más.
— Si viniste a burlarte de mí, pierdes tu tiempo y dinero.
— Deja de ser tan ingrato. He venido a ofrecerme para ayudarte a salir de aquí.
Él sonrió con incredulidad.
— ¿Tú? Tu palabra no valdrí