Lucian
La atmósfera sigue pesada, como si las tinieblas acabaran de retirarse para revelar un horizonte aún más oscuro. El resplandor de la luz blanca que ha borrado a las criaturas parece haberse diluido en el aire, y a nuestro alrededor, un silencio opresivo reina. Estamos solos, pero esta soledad parece más peligrosa que las amenazas que acabamos de repeler. El suelo, antes inestable, ahora parece congelado en el tiempo, como un testigo silencioso de las pruebas que se avecinan.
Dorian, Morgane y yo intercambiamos una mirada. Sus rostros están tensos, marcados por el agotamiento y la incertidumbre. La luz que nos ha guiado se desvanece, y en su estela, una espesa bruma se eleva del suelo, como si las tinieblas mismas intentaran reformarse, reunirse. La tierra bajo nuestros pies ruge, y una nueva vibración nos atraviesa. No es solo un miedo. Es una certeza, fría e inalterable: algo mucho más grande que lo que hemos enfrentado se está preparando.
Debemos avanzar, dice Morgane con una