Sasha
Mi mente divaga hacia imágenes borrosas: el rostro de Adrian, la sonrisa irónica de Dante, el calor abrumador de esa noche en la que tuve que elegir. Elegí... ¿pero a qué precio? La soledad que me invade me hace sentir el peso de cada decisión, cada sacrificio que he consentido. Aún escucho en un eco la advertencia del Guardián, esas palabras que decían que el destino se forja en el fuego de las elecciones imposibles.
Una voz, débil y ahogada, se escucha en el corredor. Me sobresalto. Mi corazón late desbocado mientras avanzo con cautela. En una pequeña sala, iluminada por la luz titilante de una vela, descubro un viejo álbum de fotos posado sobre una mesa polvorienta. Las imágenes de una Sasha que ya no reconozco – una niña de ojos brillantes, una adolescente llena de esperanza – me devuelven a un pasado que he intentado huir. Mi mirada se pierde en esas instantáneas, y me doy cuenta de que, a pesar de todo, llevo en mí la huella de lo que fui. Quizás esa sea la clave para ente