Sasha
La mañana llega como una promesa incierta, rompiendo el silencio de la noche. Un rayo de luz pasa a través de las cortinas, acariciando mi rostro. Me estiro lentamente, los músculos aún adoloridos por la batalla y las noches sin dormir. Es temprano, demasiado temprano para estar completamente despierta, pero la preocupación me empuja a abrir los ojos. Hay algo en el aire, una vibración que no logro identificar.
Miro a Adrian, acostado a mi lado, su respiración calma y regular. Parece pacífico, pero sé que esta paz es frágil. Él lo ha perdido todo, y en cierta medida, creo que él y yo compartimos esta misma herida. Los fantasmas del pasado aún nos persiguen, pero esta mañana parecen más distantes, como si el amanecer trajera un atisbo de tregua.
Me incorporo, en silencio, evitando despertarlo. El silencio de la casa es casi opresivo. Me pongo un vestido ligero y me dirijo a la cocina, mis pasos resonando suavemente en el suelo. El aire es fresco, pero hay un calor suave que emana