Daniel entró a la habitación, y no dejé que Natalia lo acompañara. Lo que había dicho antes era bastante claro; sabía que estaba advirtiendo tanto a Natalia como a mí.
—¿Qué dijo el médico? ¿Tres recaídas? —Al entrar, seguía mirándome con preocupación.
—Dime, ¿qué quieres? —Lo miré con frialdad y, sin más, saqué mi teléfono para grabar.
No iba a bajar la guardia sin saber qué tenía en mente. El Daniel de antes era un hombre honorable, pero el de ahora no me inspiraba confianza.
En un instante, se acercó y me quitó el teléfono que había escondido.
—Camila, no hagas esto. Te conozco mejor de lo que piensas. Camila, no deberíamos estar así —Apagó el teléfono y lo dejó en la cama, agachándose para mirarme a los ojos.
Tenía muchas cosas que decirle, pero ya no había nada que valiera la pena. Él había cambiado, y el Daniel que conocía ya no existía; no había más sentimientos entre nosotros.
—Entonces, ¿qué pretendes? No voy a reconciliarme contigo.
Esa era mi línea roja. Me había costado esc