—Camila, el coche ha llegado, súbete —Cuando Rafael me llamó, la expresión de Daniel se oscureció visiblemente.
—Qué cariñoso.
—¿Y qué esperabas? ¿Qué me llamará Cami? —Le lancé una mirada reprobatoria, notando que con la edad, se ponía cada vez más celoso.
—Si se atreve a llamarte así, yo le mataré de inmediato.
—Te he dicho que no puedes... —Daniel soltó un resoplido.
—Tranquilo, no voy a estar a solas con él. No hablaremos de cosas personales, solo de trabajo, y te mantendré informado todos los días.
—¿Cualquier cosa te la aviso por WhatsApp, está bien? ¿Mi presidente?
—¡Mentir es de cobardes! —Resopló de nuevo, pero no pudo evitar que una sonrisa se dibujara en su rostro.
—Entra —La secretaria llamó a la puerta, y él volvió a adoptar un tono serio.
—Cuelgo, adiós —Luego, miró la pantalla y parpadeó.
Al ver que la llamada se había cortado, también sonreí. Parecía que en una sola noche, habíamos recuperado nuestra antigua armonía. En la escuela, siempre era así; hablábamos por WhatsA