Sabía que era muy pronto, que debía ganarme el perdón de Amber, pero estaba deseoso de hacerla mía, estaba deseoso de sentir su cuerpo estrujarse con el mío. La amaba y me arrepentía mucho de las cosas que había pasado por mi culpa.
—Eres un hombre de palabra —dijo temblando, echándose hacia atrás.
Se veía hermosa, nerviosa, con sus cabellos sueltos a los costados. Su semblante pálido sin maquillaje, y sus labios rojos que me invitaban a besarla.
—Aquí no hay palabras que valgan, mujer —pegó de la pared, y yo aproveché para pegarme de ella.
Tenía puesta una bata corta de dormir que me invitaba a quitársela, es que, ¿en qué cabeza cabe que estés tan sexi y que el hombre que te desee no te quite la ropa y te haga el amor como loco?
Lamí mis labios con deseo y llevé mis manos a sus senos. Se veían tan jugosos que no pude evitar que mi erección creciera, ¿Cómo evitarlo?
—Tienes unos senos deliciosos, son redondos, precisos, y se ven hinchados con tu embarazo —susurré apretando de ellos.