- ¿Ya se conocían? - preguntó Edward en voz baja mientras caminaban hacia el aparcamiento del hospital.
- Sí, pero yo no sabía que era tu secretaria y ella no sabía que yo era tu hermano. - Arthur suspiró, metiéndose las manos en los bolsillos.
- Parecéis muy unidos. - Miró a su hermano por el rabillo del ojo, esperando que lo negara.
- En cierto modo. - Se rio para sus adentros, recordando los breves momentos que había pasado con la rubia. - Era la única que me cogía de la mano cuando estaba solo, la única que no me miraba con lástima y que no me abandonaba.
- Nunca te abandonaron. - Edward lo miró con seriedad.
- Me abandonaste cuando más te necesitaba. - Arthur lo miró con expresión dolida. - Cuando más te necesitaba, te encerraste en una burbuja de culpa y te alejaste, me abandonaste, igual que Victoria.
- Arthur... - Edward sintió que el pecho se hacía añicos, sabía que tenía razón y sabía que estaba haciendo esas preguntas por puros celos.
- Creo que te lo dirá ahora que