Edward estaba en su habitación cuando su madre le llamó. Sinceramente, no quería tener que contestar, y no lo hizo.
- Finalmente contestó. - Se rio. - Necesito que vengas a casa, ¡tengo noticias! Estoy eufórico y tengo que darte la noticia: tu hermano también está aquí.
Era la décima llamada cuando Edward por fin cedió y descolgó. Su madre sonaba emocionada, lo que le hizo sentirse un poco extraño.
- No estoy de humor para salir de casa. - Puso los ojos en blanco y soltó un largo suspiro-. Ni siquiera eran las siete de la tarde. - Sea cual sea la noticia, creo que puedes decírmelo por teléfono.
- ¡No! Necesito que lo veas por ti mismo, se trata de Arthur. - Dijo Elizabeth con autoridad. - Será mejor que vengas, la cena es en media hora, te estaré esperando.
Elizabeth le colgó a Edward, haciéndole enfadar. No quería, pero se trataba de su hermano, y necesitaba saber qué estaba pasando.
El pecho le pesaba de culpabilidad, podía oler la comida que preparaba su novia en la cocina, pero no