Felicidad

—Por Dios, Marcela. ¿En dónde estabas?

Robert la abrazó con ansiedad y la besó. Pero Marcela se separó de él.

—Quisiera ir a ver a mi hijo y luego a descansar.

Robert la miró y asintió. No tenía idea de que había hecho Marcela, pero era mejor dejarla sola.

Por dos noches, la pareja se mantuvo distante, sobre todo Marcela. Robert no sabía qué hacer. No habían hecho el amor desde que Robert la dejara aquella tarde en el lago hace 2 años y Robert sabía que no podía obligarla a entregarse. El abuso la dejó muy lastimada, física y emocionalmente. Robert estaba que se moría por ella, con un simple beso se ponía romántico y evitaba tocarle más el cuerpo, ya que no se resistiría.

Cierta noche, ambos cenaban solos, el niño dormía y los sirvientes se habían ido a dormir.

—Marcela… hay algo que aún no me dices.

—¿Qué cosa?

—El mismo día que me reclamaste creyendo que fui yo quien destruyó tu huerto, lloraste.

Marcela se puso de lado para no ver a Robert. El joven no la obligó a verlo esta vez, s
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