Cargada de ese sentimiento tan dañino, Marcela vive su vida sin perdonar a los demás, pero llegó el momento de salir adelante y transformar todos sus rencores cuando Robert aparece en su vida para sostener una relación linda pero se va como una estrella fugaz diciéndole que se casaría con otra. Ese día juro jamás perdonar a nadie, porque Robert se había llevado todas sus ilusiones, dejando un rencor aun más grande del que tenía. Si se encontrara de nuevo a ese viejo amor ¿Podrá algún día perdonar a Robert? ¿Podrá Robert ser feliz con la vida que no desea?
Leer másEl día ya estaba bastante mal desde que Robert me habló con un tono de voz que podría describir como tenebroso. Y creo que sabía que iba a pasar, solo era cuestión de tiempo, es solo que yo no quería asimilarlo.
Ambos nos acomodamos en el suelo, tapándonos con las sábanas, yo pensaba quedarme así, desnuda con él, pero lo vi comenzar a vestirse. Habíamos terminado de hacer el amor por milésima vez durante el tiempo que llevamos juntos. Pero, no sé, yo tengo un poder especial que no sé cómo explicar, sé lo que va a pasar. Momentos antes, él estaba más apasionado de lo normal, como si fuera la última vez que estuviéramos juntos, decía repetidas veces “Te amo” y “Eres lo mejor que me ha pasado”, era un poco molesto.
—Lo siento Marcela, debemos terminar.
Como dije, tengo un poder especial. Sentía el mundo desaparecer bajo mis pies. ¿Cómo podría casarme con Robert? Es de familia acomodada, tienen principios, dinero, reglas y muchas otras cosas que yo jamás en mi vida tuve. Sabía que tarde o temprano alguien me diría esto, pero nunca pensé que sería el amor de mi vida. No tengo padres que me digan las cosas y menos hermanos, crecí yo sola en este pueblo desde que mamá y papá murieron. Casi soy analfabeta, pero puse mucho empeño para aprender a leer y a escribir, me enfoqué en muchas cosas menos a lo que debí enfrentarme: En ser una mujer de pueblo. No sé cocinar, ni planchar, mucho menos tejer… eso es lo que un hombre como Robert necesita y por eso me está dejando.
—Ya sé que vas a decir… —dije en tono de voz lastimero.
—Espera, aún no te explico la razón.
—No es necesario.
La chica respiró a profundidad y exhaló. El aire estaba pesado, incluso se sentía caliente.
—No te puedes casar con alguien como yo.
El joven guardó silencio, mirándola con sumo arrepentimiento.
—Tu familia no me aprueba por ser pobre —explicó con tono neutral y lo afrontó con la mirada.
—Eso no es…
—¿Cierto? Deja de decir mentiras.
—Marcela…
—Robert…
Los jóvenes se miraban sin pronunciar una palabra. Marcela sonrió de lado y miró con amargura al hombre que decía amarla.
—Ella hermosa, en verdad.
—Marcela…
—De alta sociedad, virgen…
—Por favor basta.
—No como yo. No tengo nada que ella tenga, no tengo nada que tu familia quiera para ti.
—No te sigas haciendo esto.
Marcela miró al horizonte, recordó los románticos momentos que vivieron juntos y lo feliz que estuvo al recibir el anillo de compromiso que le había entregado Robert. Pero ahora se lo estaba quitando del dedo. Sentía que estaba quemando toda la mano, pronto iba a volverse loca si no se lo quitaba, no necesitaba ningún recuerdo de este hombre.
—Te devuelvo esto.
—Por favor no, quédatelo, fue un regalo.
—¿Un regalo?
Sintió su corazón apretarse.
—¿Solo fue un regalo para ti?
Unas lágrimas comenzaron a asomarse.
—Pensé que era de compromiso. ¡Qué ingenua fui!
Sin poder resistir otra palabra más de él. Arrojó el anillo al lago y junto con él, su corazón.
—Hasta nunca Robert.
El joven no la detuvo. Marcela se fue caminando apresuradamente hasta su pequeña cabaña que compartía con una linda yegua llamada Capricho. Se sentó sobre su cama a dar rienda suelta a todas las lágrimas que estuvo acumulando. No quería estar destrozada frente a él, no quería que supiera que le rompió el corazón, no quería que él supiera que estaba acabando con su vida e ilusiones. No iba a darle el gusto de mirarla cuando se derrumbara por él.
Pero se levantó, se secó las lágrimas y se dio una ducha relajante. ¿Por qué debía sufrir de esa manera? No es que Robert sea el único hombre en el mundo. Había muchos otros que le habían jurado amor, muchos otros que morían por ella y muchos otros que jamás la lastimaría como Robert hizo. Entonces comprendió. ¿Por qué no darle una oportunidad a ese lindo muchacho que podría darle tanto placer como Robert? O quizá mucho más que él. Ya era hora de recibir la pasión del chico que cuida de los caballos, la cual emanaba por los poros de la piel y se olían a kilómetros de distancia. Sus miradas de deseo no cesaban y amenazaban con quemar su piel. Si antes decidió no hacerle caso, era por ser una tonta fiel a Robert, pero ya no más.
Totalmente aseada, se vistió y perfumó para ir a su trabajo en la tienda del pueblo. Tenía que seguir con su vida después de todo. Porque si de algo está segura, es que ella guardaba mucho rencor, no podía evitarlo, ella era así. Si alguien le hacía algo grave, jamás perdonaba, sentía que le veían la cara si daba algún perdón.
Por eso todos la llamaban: La rencorosa.
No era por adorno. Todo el pueblo sabía por qué ella era llamada así. Era muy sentida, todo se lo tomaba a pecho, pero no significaba que se estuviera peleando con todos, simplemente los dejaba de hablar, aunque eso significaba que siguieran hablando de ella. Era sumamente difícil no ser chismoso en un pueblo, sobre todo los hombres cuando iban a las cantinas, se contaban hasta de qué color era la ropa interior de sus mujeres y cuando se trataba de ellas, solo se dedicaban a pelear por sus borrachos maridos, a ir a buscarlos todos ebrios y a atenderlos como según ellos, deberían hacer todas. En ese pueblo, ser mujer es significado de no valer nada, únicamente para dar placer y hacer todo en el hogar, solo que algunos se pasaban de desgraciados, también debían trabajar si el marido no podía y no podían cuando estaban borrachos. Marcela sabía todo eso, por eso se sentía muy feliz de estar con Robert, él era uno en un millón. Ahora, estando vulnerable y sola, ya no sabía qué hacer, bien podía ir a ver a ese chico que siempre le daba miradas o podía unirse a la iglesia como monja. Cualquier cosa que eligiera, todos iban a hablar, pero era mejor elegir cualquiera de estas opciones con tal de no quedarse soltera y dejada, porque no había nada peor que las burlas de todas las mujeres. Cada que salía por las calles o iba a trabajar, era señalada con el dedo. Los chismes iban más rápido que la luz.
Marcela no entendía la lógica, pero igual bebió. Se sentía bien. Veía a otros estudiantes ya borrachos y actuando chistoso y pensó que sería divertido celebrar como ellos, después de todo a ella no le dieron la oportunidad de estudiar.Al poco rato, Marcela estaba borracha.—Robert, ¡Te quiero muchooo! —dijo cantando.—Yo también cariño... Deja la lata.—¡No!Marcela se apartó, Robert fue tras ella para intentar quitarle su sexta lata de cerveza. Amanda los miró y se acercó a ellos, había estado atendiendo a los invitados.—Como lo siento Robert, no sabía que se pondría así.Robert solo suspiró. Marcela jamás había probado cerveza, justo hoy se ponía así. Robert, si conocía el licor y otras bebidas, era normal para él.—Tenemos que subir a la habitación antes que comiences a vomitar.—¡No! ¡Déjame!Amanda comenzó a reír, la testaruda y rencorosa Marcela estaba borracha y peleando por su lata de cerveza. ¡Cómo habían cambiado todos! Esa noche, pidió un deseo, que todo siguiera como est
Marcela exhaló y lo llevó a la cama.—Creo que necesitas una sesión de relajación.Robert alzó una ceja. Ambos sabían a qué se refería.Marcela tuvo éxito, Robert se quedó dormido, pero ya eran las 4 am, le tocaba a ella dormirse sola.Días después, llegó el día de la graduación. Todos los estudiantes se preparaban para la ceremonia, pero ninguno estaba preparado para despedirse de sus compañeros. Amanda estaba triste, porque en esa universidad creció demasiado, antes no se quería, tenía autoestima baja, pero pasando los días comenzó a cambiar de ánimos, logró hacer amigas y encontró el amor. Ese lugar significaba mucho para ella.—¿Qué haces Amanda? Deberías estar arreglada ya.La madre de la mujer llegó un día antes, su padre estaba apenas llegando. Amanda tuvo una fuerte discusión con su familia luego del divorcio con Robert, ambas familias se llevaban muy bien y al separarse tuvieron que romper lazos con los Smith, tenían ciertos convenios gracias al matrimonio. Duraron un par de
Así pasaron los años, una temporada estaba Marlon en EEUU y otra en Suiza. Hasta que llegaron al presente, la noticia del escape de Andrew la asustó.—¿Qué pasó cariño? —Harry se levantó de la cama cuando la escuchó sollozar.—Andrew…—¿Qué pasó con él? ¿Por qué lo nombras?También conocía su historia con ese hombre. De él sí sintió celos, debido a que a Amanda sí le gustaba.—Escapó de la cárcel.Ella abrazó a Harry y comenzó a llorar.—Escapó y quizá nos haga daño. ¡Yo declaré en su contra!—No lo hará, nosotros estamos muy lejos.—Pero podría venir.—Si lo hace, no podemos huir cariño.Se acercaba la graduación, los dos no podían faltar a la ceremonia.Amanda pensó en algo mejor y en eso, recibió la llamada de Robert. No pudo creerlo, ellos venían a pasar unas vacaciones allá, no dijeron nada sobre Andrew, pero sabía que era por eso.Un par de días después, toda la familia estaba reunida, incluso el ama de llaves, Hernán y su esposa, vinieron.—Vaya, estoy sorprendida de que hayan
Zoe quizá por ser la más pequeña o por tener el mismo color de cabello que su padre, la familia Smith estaba más cercana a ella, porque lucía como su padre, era casi su copia, excepto por el carácter, ya que era voluntariosa como su madre. Zoe era como una pequeña llamita que iluminaba la habitación en la que se encontraba.Marlon, por supuesto, era más querido por los Robinson por su gran parecido a su madre. Sus ojos azules y cabello rubio lo hacían parecerse a un angelito.Por suerte Marcelita era la copia exacta de su madre, así estuvo a salvo de los Collins.Y finalmente Alexander, que era una mezcla entre su madre y padre, era el que estaba por encima de todos. El niño al fin tuvo todo lo que siempre quiso, una familia amorosa y una mesa llena de comida.Pero en las calles del pueblo, las cosas estaban bastante peligrosas.Las personas que conocían a Andrew y sabían que era un criminal, hicieron todo lo posible por cerrar las carreteras y vigilar las 24 horas, pero su familia lo
Zoe, la más chiquita de todos, lucia exactamente como su padre, tenía los ojos grises tal y como Alexander los tenía. Su cabello era rojo oscuro y algunas pecas adornaban sus mejillas. Eran los dos únicos hijos de ambos, ya que los otros dos, eran de diferente madre y padre. Su temperamento era una mezcla entre Marcela y Robert y no se tenía conocimiento de su preferencia a algún familiar. Por el momento, el ama de llaves tenía toda su atención.La familia Smith estaba encantada con los pequeños, aunque todos diferentes por algo, eran angelitos. El ama de llaves jamás fue tan feliz como hasta ahora. Siempre quiso que Robert tuviera muchos hijos, ya que ella jamás se casó, Robert era como su hijo y las niñas y niños los sentía como de su sangre. Era una feliz abuela. No se podía decir lo mismo del padre de Robert, el hombre solo le hablaba para hablar de negocios y para preguntar cómo iban las cosas por allá, ojalá se acercara un día a la ciudad para conocer a sus nietos. Él ya no seg
La familia estaba más que completa, todo estaba en orden, los malos estaban lejos y encerrados, los niños jugando, la servidumbre dispuesta a cuidar a los niños por la familia, pero solo faltaba un pequeño detalle.—Se llevarán muy bien. —Marcela los miraba.—Claro que sí, lo harán.Los dos vieron a el ama de llaves y a las dos sirvientas de pie ante la puerta.—Es hora de ir. —Robert sonrió de lado—. Vamos a hacer el amor cariño.Marcela se puso roja y tosió.—No tienes que ser tan obvio Robert.—Lo siento, pero he esperado por esto por casi 3 años.Robert esperó a que Marcela se recuperara y hubieran pasado al menos 3 meses para que ella estuviera bien.Robert le besó su mano izquierda, como era de costumbre, y le sonrió.—No puedo seguir esperando.—Pero me duele la cabeza.Ambos se carcajearon. De prisa, la pareja caminó a su nido de amor para dar rienda suelta a su pasión. Robert recordó la última vez que tuvieron relaciones sexuales. Como había gemido Marcela, como había disfrut
Último capítulo