Encuentros

2 años después.

 

En un pueblo precioso de Suiza, Marcela cortaba flores en su jardín para llevarlas como decoración, porque le gustaba mirar la mesa con flores de todos los colores.  Aunque en la mesa lo que sobraban eran las flores. La comida era escasa, pero alcanzaba para dos personas, no para tres.

 

—Mami, tengo hambre.

—Lo siento cariño.

 

Marcela le dio un beso en la frente a su hijo y lo abrazó. El pequeño angel, tenía un poco más de un año, pero el genio ya podía formar frases cortas.

 

—No hay más.

—¿Repetir?

—¿Repetir? ¿A qué te refieres, cariño?

—Más mami.

 

Marcela no supo qué decir, ellos jamás podrían repetir. La comida apenas les alcanzaba. Era una mala temporada, las cosechas eran escasas y había sequía. Al menos el agua era gratis en el pueblo porque venían directo de los manantiales, pero las plantas requieren agua de lluvia para crecer y dar frutos.

 

Marcela fue a su huerto, miró las calabazas y los tomates, lucían bien y faltaba poco para ser cosechadas, pero no podía decir lo mismo que las fresas. Estaban muy pequeñas y ya tenían mucho tiempo así. Las fresas eran las más populares en el mercado, se compraban con rapidez. Esperaba poder cosecharlas el próximo mes para pagar los recibos.

 

—Amor, ya llegué.

—¡Andrew!

 

Marcela se había casado inmediatamente después de quedar con el joven de los caballos. Su familia humilde estuvo en desacuerdo por ese matrimonio por obvias razones. Se enteraron de que Marcela estaba comprometida con el hijo de los Smith, pero Andrew lo desmintió. Era mejor que no se enteraran de la verdad, ya que su familia era conservadora y creían en el sexo después del matrimonio. Bueno, creían que las mujeres debían ser puras y castas para casarse. Claramente, ni Marcela ni Andrew eran vírgenes al conocerse, por lo que esa condición no fue tomada en cuenta, nadie debía enterarse porque eso era cosa de solo ellos dos.

Andrew sabía que Marcela esperaba un hijo, aunque no era suyo, pero lo quiso como si lo fuera.

 

—Alexander, ven aquí amor.

 

Andrew abrazó al pequeño niño y le hizo cosquillas.

 

—Aquí está tu comida.

 

Andrew miró el guiso que su esposa había hecho. Era poco, pero se veía delicioso. Decidió ofrecerlo al lindo niño, quien parecía nunca llenarse.

 

—Gracias, amor. Eres un buen esposo.

 

Era todos los días, la comida era muy poca. Pero su felicidad lo completaba cada que podía hacerle el amor.

 

Desde que la había conocido, se paseaba por la tienda con cualquier excusa, solamente para que ella lo mirara. Marcela lo saludaba así como a todos. Pero Andrew quería más de ella, a consecuencia de eso le daba flores, le proponía matrimonio cuando nadie estaba comprando y esperó pacientemente hasta que ella aceptó. Casi pudo morir de alegría. Notó que en su rostro no había la misma felicidad que la de él y entonces supo por qué.  Robert Smith se iba a casar con Amanda Robinson.

 

¿Y por qué?

 

Sabía de la relación de Marcela con Robert y todo el pueblo sabía que no duraría mucho, que ella solo era para pasar el rato, pero nadie le dijo eso a Marcela. Andrew supo que debía decirle, pero la relación ya había terminado. Con lo poco que duró, se imaginó que ella ya sabía eso.

 

Siendo su prometido y el hombre de la casa, le propuso cambiarse de pueblo e iniciar una nueva vida, Marcela aceptó y juntos se fueron con sus pocas cosas que tenían. El caballo no tuvo mucho trabajo, solamente poseían unas cuantas pertenencias, de las cuales, la mayoría eran pura ropa.

 

Marcela era hija única de un matrimonio que falleció años atrás, no tenía hermanos o hermanas, por eso no tuvo a nadie que le diera consejos de amor ni que le advirtiera que existían hombres ricos que solo se aprovechaban de la inocencia de algunas jóvenes. Ni siquiera el sacerdote de la capilla del pueblo le advirtió, pues él era uno de los tantos pretendientes de Marcela, pero eso jamás se sabría por nadie, ya que se trataba del cura. Además, la que siempre salía mal era ella y la que tenía las de perder. No le dio a nadie la oportunidad de cotillear sobre ella y el cura, dejó de confesarse y cambió de iglesia, aunque tuviera que caminar mucho. Pero después de un intento de violación, jamás salió más que para lo necesario. Andrew le aconsejó que usara a la yegua para ir a la iglesia, pero ella se negó.

 

Ella contestó que era mejor estar en casa y eso hizo, Andrew no la obligó a hacer nada que ella no quisiera.

Cierto día, las cosas cambiaron.

 

—¿Sabes? Hubo un evento en la plaza del pueblo.

—¿En serio? ¿Qué evento?

 

Marcela sirvió su comida para comer con su esposo y Alexander comenzó a jugar con sus pocos juguetes.

 

—Una feria, pero bailaron antes.

—Qué bonito, seguro todo el pueblo está ahí.

—Así es, todos.

—Hay que ir. ¿Cuándo se termina?

—En unos días, podemos ir mañana al anochecer.

 

Esperaron hasta noche, la familia Collins fue a la plaza principal del pueblo para mirar la feria y se encontraron con una multitud animada por un concierto de Rock.

 

—Vaya. —Marcela sonrió, admirando las luces destellantes y el alto sonido de las bocinas—. Está animado.

 

Andrew le sonrió. Los tres fueron a las sillas y ocuparon dos. Alexander quería comer algo, pero desgraciadamente no podían comprarse nada.

 

Cuando hubo terminado el evento, las personas comenzaron a irse.

 

—Vámonos.

 

Marcela cargó a Alexander, quien ya se había quedado dormido. Las camionetas estaban esperando a las personas que salían de los pueblos y los Collins iban hacia ellos.

 

—Espero que lleguemos rápido. —Marcela jadeó mientras caminaba lo más rápido que podía.

—Ojalá. Pero, cariño, creo que se llenará esa última.

—Y espero que…

 

Fácilmente, se podía ver a una familia, subía a una camioneta de lujo, dichas personas, brillaban por sus finas ropas y joyas.

 

—¿Pasa algo amor?

 

Ambos se habían detenido para contemplar, con celos, a esas personas que jamás habían sufrido por comida o dinero.

 

—No puede ser…

 

Robert Smith estaba subiendo a esa camioneta.

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