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La Tentación del Abismo

El aire de la ciudad parecía más denso de lo habitual. El bullicio de los coches y las conversaciones se mezclaba con el suave murmullo de las hojas de los árboles que se balanceaban con el viento. Pero Isabela no sentía nada de eso. Mientras caminaba hacia su auto, su mente estaba completamente ocupada por las palabras de Valeria en la galería. Había algo en esa joven empresaria que no dejaba de resonar en ella, algo que no podía ignorar.

Isabela siempre había sido una mujer que controlaba su entorno, que dictaba las reglas del juego. Nadie podía desafiarla sin pagar las consecuencias. Y, sin embargo, en la última semana, había algo en Valeria que le despertaba una inquietud que nunca antes había sentido. La manera en que Valeria había respondido a sus provocaciones en la galería le había demostrado que no era una amenaza fácil de eliminar. Era fuerte, decidida, y eso era lo que la inquietaba.

Pero lo que más la perturbaba era que, por primera vez en mucho tiempo, Isabela no sabía exactamente cómo iba a ganar. Se encontraba en una encrucijada, donde las jugadas a corto plazo no eran suficientes para derribar a Valeria. Esta no era una simple competencia de empresas, sino una lucha mucho más personal, más visceral. Y en el fondo, Isabela no podía evitar preguntarse si Valeria estaba jugando también con ella, o si, quizás, estaba empezando a perder el control.

Esa noche, Isabela se encontraba en su penthouse, sentada en su escritorio mientras revisaba algunos informes. La pantalla de su ordenador iluminaba la habitación con una luz fría y distante, pero ella no estaba realmente concentrada en lo que leía. Su mente seguía volviendo a ese encuentro en la galería, y a esa sensación inexplicable de que Valeria no solo la desafiaba como empresaria, sino que también la retaba como mujer.

En los últimos años, Isabela había logrado mantener su vida personal separada de su vida profesional. Había sido muy clara con los pocos que se habían acercado a ella, sabían que en su mundo no había espacio para las distracciones. Su poder, su éxito, habían sido el resultado de años de sacrificios y decisiones implacables. El amor y la tentación no tenían cabida. O, al menos, eso era lo que se decía.

Pero Valeria... Valeria era diferente.

La joven empresaria tenía una capacidad desconcertante para manejar las situaciones con una elegancia que parecía esconder una feroz ambición. Y lo más desconcertante de todo: había algo en su mirada, en la forma en que sus ojos se fijaban en Isabela, que hacía que la poderosa CEO se sintiera vulnerable. No era miedo lo que sentía, sino una extraña fascinación por lo que Valeria representaba. Esa mezcla entre la juventud rebelde, la inteligencia afilada y un deseo de poder que parecía casi irresistible.

Isabela cerró los ojos por un momento, tomando una larga bocanada de aire. Necesitaba alejar esos pensamientos. No podía permitirse caer en ese tipo de distracciones. Había pasado demasiado tiempo construyendo su imperio para dejar que una mujer joven la hiciera tambalear. Pero, al mismo tiempo, sentía que no podía ignorar esa creciente atracción hacia Valeria. Era como una fuerza incontrolable, que la arrastraba sin que pudiera hacer nada para detenerla.

En ese momento, su móvil vibró sobre la mesa. Isabela lo miró con indiferencia, pero cuando vio quién era, la intriga la alcanzó. Era un mensaje de Valeria.

"¿Nos veremos esta noche, Isabela? Creo que ya es hora de hablar de lo que realmente importa."

El mensaje, tan directo, tan desafiante, la dejó sin aliento por un segundo. Valeria estaba decidida, y lo peor de todo era que Isabela no podía negar que, en el fondo, también lo estaba. La tensión entre ellas estaba alcanzando niveles peligrosos, y aunque Isabela trataba de mantener la calma, no podía evitar que una parte de ella se sintiera atraída hacia esa chispa de desafío que Valeria había encendido.

Isabela sonrió levemente, un gesto frío y calculado, mientras levantaba el teléfono y comenzaba a teclear una respuesta.

"Estoy disponible. Te espero a las ocho."

La respuesta fue enviada con rapidez, y, sin embargo, al leerla, algo dentro de ella se removió. No era solo un encuentro profesional. Algo más estaba en juego. Pero lo peor de todo era que ni ella misma sabía hasta qué punto estaba dispuesta a ir por este juego.

La noche llegó con rapidez, y al salir de su penthouse, Isabela se dirigió a uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad. El lugar estaba reservado solo para personas como ella: poderosos, influyentes, aquellos que controlaban el destino de miles. La mesa privada, rodeada de sillas de terciopelo y bajo la luz suave de las velas, era el lugar perfecto para un encuentro como este. El restaurante era conocido por su discreción, su capacidad para mantener todo en secreto. Isabela había sido allí muchas veces, pero esa noche era diferente. Estaba por enfrentarse a su rival más peligrosa, y no solo en los negocios.

Cuando Valeria llegó, Isabela ya estaba esperando en la mesa, con una copa de vino en la mano. La joven empresaria se acercó con su habitual porte seguro, su mirada fija en Isabela, sin titubeos. Aunque no era la primera vez que se encontraban, había algo en el aire esta vez que era distinto. Había una electricidad palpable entre ellas, una sensación de que esta noche algo importante iba a suceder.

Valeria se sentó sin perder el contacto visual, sonriendo con una ligera inclinación de cabeza.

- Te hacía diferente, Isabela. Pensé que serías más... fría, más calculadora. Pero creo que tú y yo sabemos que esto es más que un simple encuentro de negocios -dijo Valeria con un tono que no era ni de desafío ni de sumisión, sino uno que compartía una comprensión mutua, como si estuvieran ambas jugando el mismo juego.

Isabela la observó con una mezcla de fascinación y cautela. ¿Cómo podía una mujer tan joven leerla tan bien, comprenderla tan profundamente?

- ¿Qué quieres, Valeria? -preguntó finalmente Isabela, sin rodeos. Sabía que el tiempo no era algo que pudiera desperdiciar en juegos mentales.

Valeria no respondió inmediatamente. En lugar de eso, tomó un sorbo de vino y la observó en silencio por unos segundos, como si estuviera evaluando cuál sería el siguiente movimiento en este intrincado tablero.

- Quiero que dejes de subestimarme -respondió Valeria, su voz firme, pero cargada con una intensidad que Isabela no pudo evitar notar. No era solo la competencia lo que estaba en juego. Había algo más entre ellas, algo que era más complicado que el simple intercambio de poder y riquezas.

Isabela se recostó en su silla, mirando fijamente a Valeria. Podía sentir la presión en el aire, la tentación de dejarse llevar por esa atracción, por esa conexión que parecía ir más allá de lo profesional. Pero al mismo tiempo, sabía que este juego no podía ser personal. No podía.

- No estoy subestimándote -dijo con calma, aunque su tono era más tenso de lo que ella misma esperaba-. Lo que quiero es ganar. Y tú estás en el camino. Pero si crees que todo esto es un juego... estás equivocada.

Valeria sonrió con una ligera inclinación de cabeza, como si su respuesta fuera simplemente una confirmación de lo que ya sabía.

- Creo que las dos sabemos que este juego está mucho más cerca de lo personal de lo que ambas queremos admitir.

Isabela no pudo evitar un suspiro. La joven empresaria estaba tocando un punto sensible, un lugar que ni ella misma había querido explorar. Y aunque su mente gritaba que debía alejarse de esa línea peligrosa, algo en su interior no podía evitar sentirse atraída por la idea de atravesarla.

El abismo estaba más cerca de lo que pensaba.

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