08

—L-Lo siento, Alfa, no sabíamos que ella era tu compañera… —murmura Logan.

Siento otra oleada de furia recorrerme, y mis uñas comienzan a perforar la piel de mis palmas por lo fuerte que tengo los puños cerrados. ¿De verdad creen que su ignorancia justifica su comportamiento repugnante ?

—¿CREES QUE ESO HACE QUE TODO ESTO ESTÉ BIEN ? ¿CÓMO TE ATREVES A FALTARLE EL RESPETO A MI COMPAÑERA Y A TU LUNA ?

Siento inmediatamente cómo la ansiedad de todos mis hombres se dispara. Ya no soporto verlos, y sé que deben ser castigados. En este momento, lo único que quiero es estar con mi compañera, así que los condeno al arresto domiciliario y les advierto que sus castigos llegarán cuando se investiguen sus crímenes. Salen uno por uno, y no puedo evitar fulminarlos con la mirada mientras se marchan.

Me giro hacia mi compañera y veo que se ha alejado de mí. Todavía tiembla. Yo también sigo temblando de rabia e intento controlar mi respiración. No estoy seguro de cómo acercarme a ella. No quiero asustarla, pero necesito ver su rostro.

—Tranquila… ya está todo bien —intento suavizar mi voz y alargo la mano para tocarla, pero se aparta de mi contacto.

Sigo intentando calmarla con palabras suaves y la animo a que me mire. Cuando finalmente lo hace, inspiro bruscamente. Mi compañera es deslumbrante. Me quedo sin palabras. Me observa con unos ojos plateados y pálidos. El miedo es la emoción más evidente en sus ojos como la luna. Me siento culpable al instante. Tiene miedo, y es culpa mía. No estuve allí para detener esto.

—Oh, cariño, lo siento muchísimo por lo que te ha pasado —me disculpo y le seco las lágrimas de los ojos.

Siento que la chispa atraviesa mi piel y sonrío cuando la noto relajarse y apoyarse en mí. Recuerdo vagamente que Will sigue en la habitación y le pido que me traiga una botella de agua y el botiquín a mi cuarto, pero no puedo apartar la mirada de su rostro. Le quito el grillete de hierro de la muñeca y me presento. Me siento ridículo, como si la conociera desde siempre. Siento el miedo inundar su cuerpo y hago todo lo posible por tranquilizarla. Conozco nuestra reputación, y no quiero que me tema. Gime suavemente, y el sonido me atraviesa como una cuchilla.

Por fin me dice su nombre : Alexia. Tan increíblemente hermoso. Le queda perfecto. Alexia. Mi Alexia.

Will regresa con la botella de agua, y sus ojos se fijan en ella con hambre. Tiembla un poco, y es entonces cuando me doy cuenta de que solo lleva un sujetador deportivo y unos pantalones cortos. Me quito la camiseta para dársela, pero me detengo al instante al ver el terror en sus ojos. Intenta alejarse de mí, niega con la cabeza y gime en voz baja. No… Dios, no. No era eso lo que quería. ¿Qué… qué demonios le han hecho ?

La calmo de nuevo y le paso la camiseta por la cabeza.

Abro la botella de agua y la acerco a sus labios. Intenta bebérsela toda de golpe, pero sé que eso la enfermará. ¿Cuándo fue la última vez que pudo beber toda el agua que quería ? Me duele el corazón. Se detiene y empieza a beber más despacio. Sonrío y la animo con suavidad.

Termina el agua y parece nerviosa. Entonces escucho su dulce y suave voz.

—¿Beck ?

No puedo evitar sonreír.

—¿Sí ?

—¿Dijiste que soy tu compañera ? ¿Es cierto ?

—Sí, Alexia. Eres mi compañera.

—P-pero… ¿qué significa eso ?

Me quedo boquiabierto. No sabe lo que es una compañera. ¿Cómo es posible que no sepa eso ? Esta conversación va a ser difícil. Normalmente, las madres lobo se aseguran de que sus hijas sepan lo que les espera. Y si no lo hacen ellas, entonces lo hacen los padres.

Alexia me cuenta que su padre le dijo que encontraría a su compañero, pero nunca le explicó lo que eso significaba. Le prometo explicarle todo lo que necesite, aunque lo que más quiero ahora es revisar sus heridas y curarla.

Camina bien por su cuenta hasta que llegamos a la mitad del pasillo de las celdas. Entonces la cargo en mis brazos y sigo avanzando. Pero al llegar a las escaleras, su rostro se vuelve pálido. La bajo de inmediato y me dice que está bien. Volvemos a subir, pero noto cómo se tensa y siento otra vez su nerviosismo. Miro hacia abajo y trato de tranquilizarla, asegurándole que está a salvo, pero me dice que lo que le da miedo es la gente que está arriba.

Mis ojos se abren con sorpresa y rápidamente contacto con la manada a través del vínculo mental, ordenando que despejen los pasillos durante la próxima hora. La llevo arriba y observo cómo se queda maravillada al ver la inmensidad que la rodea.

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