Katsumi y Yoshi son una feliz pareja de casados. Ahogado por las carencias económicas, Yoshi comete un grave error; robarle a Adrcik Mykolaiv, un millonario ruso para el que trabaja. En vez de enviarlo a prisión, su jefe le hace una inesperada propuesta. Pero no es una decisión que Yoshi pueda tomar solo, Katsumi tendrá que aprobarlo. Si se niegan, Yoshi irá a prisión; si aceptan, su matrimonio estará en riesgo.
Leer másRÓLOGO
Sé que desaparecí sin decir nada y eso no estuvo bien, pero ustedes me llevaron a hacerlo, me pusieron en las peores situaciones en que una mujer o cualquier persona puede estar, por mi paz y salud mental, tuve que alejarme. Pero no te escribo para justificar mis actos, deberías ser tú el que tratara de justificar los suyos, solo quería decirte que que hace un tiempo que llegaron los resultados. Tengo el sobre asido en mi pecho mientras escribo estas líneas; no había tenido la fortaleza para abrirlo, pero creo que ya es momento. Lo único que necesito escuchar de ti, de ambos, es que, dejarán a un lado sus malditos egos y pensarán en el bienestar de todos.
Katsumi
CAPÍTULO 1
“En la vida conocerás todo tipo de personas; dulces, amables, algunas muy agradables, otras…no tanto, pero solo unas cuantas tendrán el poder de cambiar tu rumbo por completo. Cuando lo vi, cuando escuché su voz por primera vez, supe de inmediato que él lo cambiaría todo, desde los latidos de mi corazón hasta mis pensamientos más profundos, aunque me resistiera con todas las fuerzas de la razón, él lo alteraría todo de forma irremediable ”
Katsumi esperaba en un gran salón decorado de una forma que ella consideraba extravagante. Una señora de unos cincuenta y tantos años, de cabello gris y voz maternal, le había abierto la puerta y la había invitado a entrar y tomar asiento. Ella prefirió quedarse de pie, no quería que el señor Mykolaiv la encontrara cómodamente sentada y se llevara una mala primera impresión.
Katsumi se arregló los mechones de cabello detrás de las orejas y pensó que debió haberlo recogido. Escudriñó su pequeño bolso en busca de una liga. Solo podía pensar en su largo cabello negro alborotándose con el trajinar, eso le daría una apariencia poco profesional, sus piernas empezaron a temblar y consideró la idea de marcharse. Se dio media vuelta en dirección a la puerta.
—Señora Kimura ¿Ya se iba? —Una voz grave y profunda interrumpió la huida de Katsumi, ella se dio media vuelta.
—Señor Mykolaiv. Buenos días —respondió Katsumi con la voz temblorosa
—Buenas tardes —le aclaró Adrick Mykolaiv mirando el reloj dorado en su muñeca.
—bu… bue.. buenas tardes —apenas logró articular —Soy Katsumi he venido por…
—Ahórrese las presentaciones señora Kimura, ambos sabemos que viene recomendada, no tiene que tratar de impresionarme hablándome de sus estudios y su experiencia. Y tiene usted mucha suerte, considerando que hablar no se le da muy bien.
Katsumi tragó saliva como si tragara clavos. El aspecto del señor Mykolaiv no era para nada lo que ella esperaba. Creía que el ruso adinerado que necesitaba los cuidados de una enfermera, era un anciano moribundo. Pero Adrick Mykolaiv, aparentaba tener la misma edad de Katsumi, tal vez un par de años más, su piel era blanca y sus ojos azules brillaban debajo de un par de cejas pobladas y ligeramente arqueadas. Su cara alargada concluía en una mandíbula bien definida. Cuando fruncía el ceño, sus cejas y mirada profunda proyectaban una seriedad intimidante. Aun sentado, Katsumi le calculaba una altura de al menos, metro ochenta.
—Los siento, yo…
—Sígame —Adrick Mykolaiv le interrumpió por segunda vez.
La empleada doméstica que había atendido a Katsumi al llegar a la mansión, empujó la silla de ruedas del señor Mykolaiv y lo condujo hacia un pasillo. Katsumi había quedado pasmada y por unos segundos vio cómo se alejaban, cuando reaccionó se apresuró a seguirlos.
Entraron a un pequeño despacho. Una vez ubicada la silla del señor Mykolaiv detrás del escritorio, la empleada que lo llevó hasta allí, se retiró.
Katsumi pensó que era el momento de desenvolverse con confianza, pero la mirada de Adrick Mykolaiv la descomponía.
—Tome asiento señora Kimura —le ordenó el señor Mykolaiv señalando la silla con la mano. La iluminación de la habitación era tenue y el mobiliario en ella, escaso; un escritorio, dos silla y una biblioteca que abarcaba una pared entera.
—Por favor, llámeme Katsumi —le respondió con naturalidad y se sentó cruzando las piernas. El uniforme de enfermera que le llegaba a las rodillas estando de pié, se frunció entonces hasta cubrirle poco más de la mitad del muslo. Al notarlo, Katsumi se sintió incomoda.
—Katsumi, dígame ¿en cuánto tiempo hará que vuelva a caminar?
—¿Caminar? No lo sé.
—¿No se supone que es su trabajo saberlo?
—Mi trabajo es apoyar en su recuperación, señor. Pero para establecer un lapso correcto tendrá que proporcionarme su historia médica, necesito todos los estudios que le han realizado a su pierna, el diagnóstico que ha recibido y el tratamiento que le han recetado. También necesitaré estar en contacto con su médico tratante, será él quien me recomendará la terapia a seguir y yo me encargaré de aplicarla. No le mentiré, este tipo de lesiones tarda en sanar, no será un proceso rápido, pero juntos lo haremos posible.
Katsumi se sintió bien consigo misma al haber sido capaz de dar una respuesta tan adecuada, se escuchó como toda una profesional y mientras hablaba notó que el semblante del señor Mykolaiv se iluminó al menos por un instante; pero este pronto volvió a fruncir el ceño y a verla con desdén. Katsumi no sabía cómo sentirse al respecto.
Adrick Mykolaiv puso sobre la mesa un par de hojas
—Es su contrato laboral. Fírmelo y comenzará mañana.
Katsumi le echó una mirada a vuelo de pájaro, pero puso atención cuando vio la cifra que sería su sueldo. Sus ojos se abrieron grandes como melones; su pago era ilógico. Ganaría cinco veces más que su esposo y trabajaría menos horas que él. Katsumi pensó en preguntarle al señor Mykolaiv si se trataba de un error, pero dedujo que él no era el tipo de hombre que comete errores y menos cuando se trata de dinero.
Los sacrificios que tuvo que hacer Katsumi para estudiar empezaban a rendir frutos, ganaría un sueldo acorde a su preparación y eso la hacía sentir orgullosa de sí misma de una forma en la que no se había sentido antes.
—Por favor, ya no venga más con ese uniforme, hace que me sienta en un hospital —dijo el señor Mykolaiv mientras Katsumi le devolvía el contrato firmado.
—Pero… —Katsumi inclinó su rostro hasta hundir la barbilla en su pecho, trasteó con la mirada su propio cuerpo. Se preguntó que tenía de malo su uniforme, a ella le encantaba—es mi ropa de trabajo señor Mykolaiv —refutó sin seguridad en su tono
—No, no vuelva a ponérselo para venir, por favor —Arrugó la cara.
Para ser una petición, el tono del señor Mykolaiv era más bien imperativo
—¿Y qué me pondré? —Katsumi lamentó que esa pregunta saliera de su boca, ese no era problema de su jefe.
—Póngase lo que usa para ir a cualquier otro sitio, no lo sé, jeans, camiseta, tenis —dijo el señor Mikolaiv extendiendo hacia Katsumi una hoja —esta copia es suya. Hasta mañana.
Katsumi asintió con la cabeza y se quedó inmóvil en su silla. Mykolaiv la miró, arqueó una ceja y le señaló la puerta. Katsumi no respondió a la seña de su jefe.
—Puede retirarse ya Katsumi —dijo Mykolaiv con un tono de fastidio en su voz
—Hasta mañana señor Mykolaiv —respondió Katsumi poniéndose de pie.
Al cerrar la puerta tras de sí Katsumi suspiró profundo asió el contrato a su pecho con ambas manos y sonrió. «Al fin, un trabajo» pensó y se encaminó hacia a la puerta sintiendo que flotaba.
James bajó del auto, el estacionamiento subterráneo estaba un poco oscuro, eso no era habitual. Echó una mirada furtiva que le bastó para confirmar que se había un par de lámparas fluorescentes que no estaban encendidas. Miró a su alrededor, no sabía por qué lo hacía, después de todo, no hacía nada malo, solo visitaba a una amiga, ingresó al edificio y mientras subía en el ascensor, hurgó en los bolsillos de su pantalón, no recordaba en dónde había guardado la llave que Jasper le había dado.Sintió las puntas metálicas hincarle las yemas de los dedos y sacó el objeto punzante de su bolsillo izquierdo; un llavero en forma de estrella dorada, era de un metal pesado que lucía avejentado, de él colgaban un par de llaves, una de la oficina de Anya y la otra del departamento en el que ella vivía con Katherina. Cuando estuvo a punto de meterla en el ojo de la cerradura.—Disculpe —escuchó una voz femenina a su espalda —¿qué hace usted aquí? —el tono no era muy amable, se dio media vuelta des
Buscando a AnyaKatherina salió del baño acomodándose los tirantes del vestido, las lágrimas le quemaban las mejillas con un suave cosquilleo al descender desde sus ojos hasta el cuello. Eran lágrimas negras, esa noche llevaba un delineado grueso en el contorno de los ojos que acabó arruinándose.Se quedó un instante con la espalda pegada a la puerta del baño, hasta que recordó que Mía y su esposo seguían ahí dentro y que no tardarían en salir. Lo que acababa de ocurrir ahí adentro, le había abierto los ojos por completo con respecto a Mía y había dejado a Katherina con el corazón muchísimo más roto y confundido de lo que ya estaba. Amaba el lado pervertido de Mía, pero aquello ya rayaba en lo asqueroso y era algo en lo que Katherina no estaba dispuesta a participar. Le ofendía el hecho de que Mía hubiera intentado persuadirla de hacer eso.Caminó por el corredor mirando al suelo en un intento de ocultar su rostro tiznado de las personas que caminaban hacia los sanitarios.El vestíbulo
Bratt dio un paso atrás y Katsumi se apresuró a dar un paso al frente y cerró la puerta tras de sí. Miró algo de reproche en la mirada de Anya, o tal vez eran cosas que su consciencia la hacía imaginar.—Me alegra verte —dijo con un hilo de voz, en realidad se alegraba de ver a Anya, pero la verdad era que había llegado en el peor de los momentos. Tenía suficientes cosas que atender como para tener que lidiar con la problemática vida de su hijastra. Se sintió terrible por pensar eso —¿qué te ha pasado? —la miró de pies a cabeza con ojos entrecerrado y gesto crítico —¡VAYA! —dijo sin pensarlo cuando reparó en la barriga. Todavía estaba hecha un manojo de nervios por la posibilidad de ser descubierta por Anya y no había notado el estado deplorable en el que se encontraba la pobre chica, pero la mayor sorpresa fue su redonda barriga, Anya se había embarazado. Katsumi de inmediato pensó en la reacción de Adrick —¿estás bien? —preguntó por preguntar para no decir nada referente al evidente
Anya notó la ausencia de Katherina, de Mía y de Jame en la mesa de ejecutivos.—Tengo que ir al baño —susurró al oído de Jasper quien asintió con la cabezaEn vez de ir al baño, Anya salió al estacionamiento, sacó una caja de cigarros de su pequeño bolso dorado, la había comprado hacía un par de semanas, pero había resistido la tentación de fumar uno. Sacó un cigarro y lo puso entre sus labios. Después de unos segundos cerró los ojos y dejó salir un suspiro, no llevaba encendedor, devolvió el cigarro y la caja a su bolso, se subió al auto y condujo sin saber a dónde.Después de un par de horas, su teléfono no paraba de sonar. No atendió las llamadas. Suponía que era Katherina la que la llamaba sin parar, no se atrevió a mirar la pantalla de su teléfono.Lloraba a mares, apretaba el volante muy fuerte con ambas manos, había salido de la ciudad y la carretera por la que conducía estaba desolada y oscura. El corazón se le había arrugado dentro del pecho hasta volverse nada, un vacío inm
Katherina ignoró a Mía y aceleró el paso.—Te dije que no debería trabajar estando embarazada —la voz de Mía llegó a Katherina desde atrás, ella no se detuvo, aunque descubrir que Mía tenía una linda “familia feliz” la había herido, en ese momento curiosamente, solo quería estar con Anya y saber si se encontraba bien.El asunto no pasó a mayores “ una subida de tensión” dijo el médico, no era algo grave, al menos si no se volvía frecuente. Anya estuvo relajándose en la enfermería durante un par de horas y luego pudieron irse a casa o al menos, eso hubiesen querido, el evento navideño continuaba en marcha y Katherina era la responsable, no podía solo marcharse. Anya se sentó en la mesa junto a varios empleados, entre ellos; Jasper. Mientras que Katherina, fue invitada a sentarse en una gran mesa rectangular en la que estaban varios ejecutivos importantes y sus familias, para su pesar, estaba sentada al lado de Mía.Mía metió su mano por debajo del mantel y luego debajo del vestido negr
Katherina reconoció al hombre en la oficina de Anya. Era al mismo al que había visto en el hospital. Su rostro era muy difícil de olvidar. Se veía tan intimidante como en aquel entonces, la vio de la misma forma que lo había hecho antes.—¿Quién es? —le preguntó a Anya que estaba casi arrinconada en una esquina, detrás de su escritorio. Parecía estar ida, dispersa.Katherina frunció el ceño y achicó la mirada. Se acercó para poder verle las pupilas, vivía con el temor constante de que Anya recayera en su vicio y estaba teniendo un comportamiento sospechoso. Se había vuelto una experta en signos y síntomas típicos de los consumidores y de las recaídas, cada que podía buscaba información al respecto en internet, incluso había comprado un par de libros que hablaban el tema.—No lo sé —dijo Anya después de un rato, como si volviera en sí —se sentó frente a su escritorio —ha...ha entrado por equivocación —agregó y era obvio que aquella era una mentira recién inventada —buscaba la oficina d
Último capítulo