Fabrizio
Parecía que habían pasado muchas horas desde mi terrible despedida con el rey, y ya extrañaba el castillo. Quizás no suene lógico extrañar un montón de piedras, pero un lugar que había conocido tan bien y había sido mi hogar por tanto tiempo. Pero la realidad era que me preocupaba la gente que estaba allí: mis amigos, mi familia. Gente que me había salvado y ayudado.
Descubrí rápido cuanto me afectaba estar solo. Hacía tanto tiempo que no lo estaba. Los lobos siempre andan juntos; es cuestión de supervivencia, y ahora lo entendía. Necesitas a alguien en quien apoyarte y alguien a quien ayudar.
Pero yo esperaba tener eso pronto. Y, si la diosa lo quería, también volver a ver a todos. Iba avanzando cuando sentí que alguien me seguía. Había volteado rápidamente varias veces sin ver nada, pero esta vez estaba allí, frente a mí, cuando me giré. Era un lobo, un fantasma, un espíritu del bosque.
—Axel, ¿no es cierto? —pregunté. Tenía un pelaje gris que parecía plateado mientras re