Fabrizio
Sea lo que sea en lo que trabajara el señor Rocco, sin duda le va muy bien en la vida. La mansión donde me reuniré tiene columnas altas y anchas, todo completamente de blanco.
—El señor lo espera —me dijo el mayordomo. Todo era perfectamente humano. Había estado tanto tiempo entre seres sobrenaturales que había olvidado lo que era una vida normal: sentarse a tomar una bebida caliente viendo el paisaje, preparar el día a día, correr por pequeñas preocupaciones. Añorar porque no sabías cuántos atardeceres ibas a poder ver. Una vida más simple, que quizás se apreciaba más. Ahora me recibía un hombre encorvado, apoyado en un bastón.
—Señor... Lamento, creo que no sé su apellido.
—Fabrizio, solo Fabrizio.
—Me dijeron que era amigo del señor Alaric. Supongo que debe estar fallecido; era un hombre adulto cuando yo era muy joven.
—Así es, ahora está su hijo, llamado Alaric también— Mentiras usuales de la gente que vive eternamente —Trabajo para él, vine a su pedido.
—Ahhh el retrato