Fabrizio
Había visto muchos hombres morir: humanos, lobos y vampiros. Algunos lloraban en sus momentos finales y otros aceptaban la muerte como un último destino, pero jamás había visto a un hombre tan herido como Alaric. Y no era por las lesiones que tenía, sino por la desesperación y el horror que veían sus ojos.
—Se ha ido, la tiene el enemigo... Me la han quitado —jadeaba sin esperanzas mientras yo lo sostenía y Damián me ponía al tanto de los sucesos.
—Él la protegió. Iba a dar su vida por ella si era necesario.
—Es lo que hacen los mates, la persona más amada —respondo. Me habían llamado y vine corriendo. Estábamos a unos metros fuera del castillo. Había sido una emboscada planeada por nuestro enemigo utilizando a su aliado, en teoría, más débil. La batalla había durado minutos, pero había sido devastadora y las consecuencias, inimaginables.
—El arma —dijo Damián, dándome un pequeño frasco con un líquido azul. Vi a alfa Pascal de los Herejes, quien se alzaba imponente y, al mism