7- Una marca dolorosa

Capitulo 7

Una marca dolorosa

El amanecer llegó demasiado rápido. Maya no había dormido lo suficiente. Se quedó sentada en la cama, abrazando sus rodillas, mirando cómo la luz gris filtraba lentamente por la ventana. En algún momento escuchó pasos. Sabía que era la hora.

Erick apareció en la puerta, serio, silencioso. No dijo nada. Solo asintió con la cabeza. Ella lo siguió.

Caminaron por un pasillo estrecho, distinto a los anteriores. Este bajaba ligeramente, adentrándose en lo más profundo de la casa, al final del corredor, Erick abrió una puerta de madera carcomida. Adentro, la habitación era pequeña, apenas iluminada, una anciana los esperaba allí, sentada en un banco de madera. Tenía el cabello blanco recogido en un moño áspero, la piel marcada por arrugas profundas, y los ojos pequeños.

No se presentó. Ni siquiera los saludó. Solo miró a Maya de arriba abajo, como si ya supiera todo lo que necesitaba saber.

Erick se mantuvo junto a la puerta, observando.

Maya se quedó inmóvil, e
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