Con esto, William abrió la puerta nuevamente y salió. Con estas palabras, las lágrimas de Amélie comenzaron a fluir nuevamente.
- ¿Oyes eso? Emma preguntó sorprendida.
La joven maestra lloró esta vez aún más que antes.
- ¡No debiste haber hecho eso! Emma reprochó.
Mientras tanto, Amélie lloraba como nunca había llorado en toda su vida.
“Ayúdame por favor”, logró decir.
Conmovida por las lágrimas de su amiga, Emma miró al techo, como si esperara un milagro divino.
Mientras tanto, Amélie seguía llorando sin parar.
—Sécate las lágrimas, te ayudaré —prometió Emma, sacando su teléfono del bolso.
En la pantalla, vio tres llamadas perdidas de su editor. Le hubiera gustado compartir la sorpresa con Amélie, pero dado su estado emocional inestable, decidió mantener la calma. En lugar de devolverle la llamada a su editor, le envió un mensaje de texto para explicarle que estaba enfrentando una situación difícil y que la llamaría más tarde.
Después de enviar su mensaje, marcó un número y esperó pa