Eva.
–¿Puedes desatarme ahora? - le pregunto.
Él sale de mi dejando el escritorio lleno de flujos y desata mis manos, yo las veo y me doy cuenta de que tengo marcas rojas y mis palmas han comenzado a ponerse moradas.
–¿Dónde diablos aprendiste a hacer nudos tan fuertes? – me froto las zonas rojas.
–Soy un coronel, sé hacer eso y mucho más – suelta con arrogancia mientras busca su ropa para vestirse – ya puedes irte, Eva.
–¿Qué? – trago saliva.
–Ya puedes irte, no hay ninguna otra razón por la que debas estar aquí más tiempo.
Me bajo del escritorio que ha quedado hecho un desastre y me pongo el vestido, lo miro confundida, ¿De verdad piensa echarme asi como asi?
–Te equivocas. Todavía tenemos que discutir lo concerniente a las águilas negras.
Él me mira, chasq